El peor de todos

La actitud que mostró el ex ministro del Interior y ex diputado Jorge Matzkin cuando de prepo se metió en un campo y eligió la compañía de un profesional en esas lides como el puntero Ramón Inocencio “Pepe” Rodríguez, jefe del clan Los Veco, termina de confirmar –por si hacía falta algún otro episodio– quién es y qué significa.
Matzkin es un caradura de pura cepa, un típico representante de la infame década de los ’90. Su rostro, su imagen, su cara, son inolvidables postales de aquellos días en que festejaba como loco la privatización de YPF. Los años del saqueo menemista fueron, por supuesto, su tesoro económico. Pegó un salto imposible para cualquier ciudadano común, o para cualquier político honesto: pasó del “escobero” que caminaba las calles de Santa Rosa –según le dijo a la revista de época, la cholula Caras– a ser un millonario vinculado con los negocios más grandes del país (y también los más inconvenientes para su gente).
Matzkin está ahí, vivito, coleando y pagando millones de dólares por una propiedad cargada de sospechas. Matzkin es hijo de la época más nefasta de la “democracia” argentina. Matzkin es la cara pampeana (una de las caras pampeanas) de la impunidad, la corrupción, la violencia y el cinismo.
Las declaraciones que hizo al día siguiente del escandalete en el campo (al diario El Diario) dan ganas de retorcerse. No hay a esta altura ninguna institución que pueda hacer justicia con semejante obscenidad, con tanta ostentación grosera expuesta en forma de perversión.
Matzkin es su mansión amurallada, las privatizaciones, los documentos de Siemmens, el diputrucho, los ATN, Kosteky y Santillán.
Matzkin es este país, su dolor, su injusticia. Y el que se caga de risa cuando nos dice que le gustaría que lo recordemos así: “Como un tipo que ha laburado mucho y que ha hecho mucho por la patria. Estoy muy orgulloso”.
Porque además de todo eso, Matzkin es un auténtico miserable (no en el sentido de indigencia, desde ya): además de haber contribuido al saqueo de la Nación, además de haber concretado en lo más alto del funcionariaje nacional lo que ya había empezado a hacer en la Cooperativa de Santa Rosa, Matzkin tiene en su prontuario hechos que lo retratan como un ruin tiempo completo.
Aquella pensión de 100 pesos que le consiguió a su propia madre mientras él ya empezaba a navegar en millones; aquel juicio que tuvo que hacerle su empleada doméstica porque la “negreaba”, son ejemplos de su inquebrantable tendencia a lo innoble.
Lo más increíble es que se permite el lujo –le permitimos el lujo– de que siga haciendo política, pronunciando discursos y concretando lecturas de la actualidad nacional como si de veras fuera alguien que puede enseñarnos algo.

J.P.G.