sábado, 27 de agosto de 2011

Mejor no hablar de ciertas cosas

Mejor no hablar de ciertas cosas. No. Mejor no hablar de ciertas cosas. Mejor no hablar de ciertas cosas. Saltando. Saltando. Saltando en picada a la mejicana un fugitivo se entrega. Ojalá, piensa el Inspector. Pero no. Mejor no hablar de ciertas cosas. Escribe Carlos Solari y la toca Sumo desde la radio. Y enmarca justito con la historia. La enfermera no usa corpiños y el Inspector Sergio Evaristo, entre sus dolencias deja espacio para mirar por el escote del uniforme un cachito de teta hospitalaria. Mejor no pensar en ciertas cosas piensa Gutierrez desde la cama del sanatorio, todavía bastante maltrecho por los escupitajos de plomo recibidos en gran parte del cuerpo. Cómo me madrugaron los pendejos. Los voy a agarrar, al padre y a esos malcriados sanputas los voy a agarrar para achurarle los bichos con un soplete, los voy a hacer cantar las veinte y las cuarenta como en tute cabrero, van a cantar, van a hablar, les voy a desatar la lengua a rebencazos, los voy a dejar sin dientes, si es necesario. Ferretero hijo de puta, de qué te andarás escondiendo, pedazo de fierro oxidado. Pendejos de mierda, voy a surcir ojetes a porongazos, hijos de mil putas, voy a… La enfermera se acerca y le pide que se calle. Gutierrez rezonga entre pensamientos y no le contesta mirando para el otro lado. Callado, rumiando calentura, piensa y blasfema mentalmente contra el Ferretero y los hijos. El cerebro bulle con caldo de puteadas y delirios de venganzas impostergables. La enfermera, al cumplir las tareas de chequear todos los conectores y callar las pesadillas del policía, da media vuelta y se va. No está mal de atrás, tetitas al aire, piensa Sergio Evaristo y corta con ese pensamiento, de alguna manera, la exasperante actitud renegada y repleta de quejidos e improperios. La vida no es bella. Existe la felicidad. Existe la felicidad en cuotas. En cuotas no tan accesibles. Para la mayoría de la gente la vida es oprobio, rutina, problemas. Nuestro mundo real no es un paraíso donde existe el descanso en la mente. Nunca jamás llega el razonamiento. Las agresiones de la vecindad, entre sí, son sinópticas. El conjunto social de los lugareños de Atnasasor prefieren el perjurio antes de reconocer virtudes y éxitos ajenos. La plebe, los políticos, las flautas del arte, las administraciones, los congresos hablan y cuando hablan mienten. Todos, mugres de todos los ordenes, bandos originales que hacen jugarretas, decoran discursos con palabras ordenadas, recolectan simpatías comunales y plin-plin: aparece una bienestar mucho mejor. La corrupción es un bien común. En determinado lugar, en algún momento, se puede pisar el puto palito. Casi sin querer. Displicente. El inspector va a encontrar al Ferretero y sus hijos para saber que saben ellos de Olga Smith. Su cuerpo ya cruzó la invisible línea de la razón y busca en la inmensidad del desconcierto el quid de la cuestión, si saltando en picada a la mejicana un fugitivo se entrega.
                          

Negro Vachino
 

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