jueves, 16 de septiembre de 2010

La esquizofrenia de La Arena

Entre los numerosos aspectos positivos que han surgido de la guerra entre el gobierno nacional y lo más tradicional de la corporación mediática, se cuenta el hecho de que muchas de las cosas que eran secretas o estaban reservadas para determinados actores (los que tienen el privilegio de contar con información) ahora se han transparentado un poco. No del todo, pero un poco.

La difusión de la pauta publicitaria oficial que cobran las empresas dedicadas al periodismo como negocio, es un dato de utilidad para los ciudadanos, que les permite desde el criterio propio analizar el comportamiento de determinado periodismo y comprender cuánto hay de convicción y cuánto de conveniencia en algunas banderas que se levantan.

La Jefatura de Gabinete difundió las cifras que cobran por publicidad los diarios “líderes” de algunas regiones del interior, entre ellas el diario La Arena, de nuestra provincia.

La Arena percibió en 6 meses más de 300 mil pesos, un número apetecible –lo cual no quiere decir injusto– y que está a la altura que lo que les tocó en el reparto de esa torta a medios de mayor importancia y estructura, como La Voz del Interior de Córdoba, Los Andes de Mendoza o La Nueva Provincia de Bahía Blanca.
La Arena destacó en una solicitada publicada el martes el hecho de que por primera vez el gobierno nacional se acordara de los medios del interior del país, lo cual está muy bien.
Sin embargo, en tono de víctima, la empresa dedicada al periodismo como negocio mostró una paradójica molestia ante la supuesta “mala fe” en la difusión de esas cifras (brindadas por el Estado nacional, como debe ser).

A La Arena le molesta la “sospecha” –esa es la palabra utilizada– de que su orientación editorial tiene que ver con esa repartija de fondos.

Lo que le pasa a La Arena es que no puede con su propio pasado, ni con sus vicios y costumbres. La plata que le dieron los gobiernos –nacionales, provinciales, locales– influyó permanentemente en la línea editorial de ese diario, una lógica que a primera vista hasta parece inevitable a partir de la práctica del periodismo con fines de lucro, y de la importancia que tienen las arcas estatales en una provincia con ciertas orientaciones feudales como La Pampa.

El nuevo escenario mediático que se vive a nivel nacional ha sumido a La Arena en una esquizofrenia de la que le va a resultar difícil salir sin mirarse un poco al espejo.

La Arena es un medio de comunicación tradicional, que disfrutó del monopolio del que gozó en la capital pampeana, que le saca provecho permanente y diverso a su posición dominante, que representa como ningún otro medio en La Pampa a lo que se llama la corporación mediática.

Quizá a partir del conocimiento de la distribución de la pauta oficial se entienda un poco mejor su postura kirchnerista, en el último año rabiosa, reivindicando desde espacios históricamente anti-peronistas algunas banderas que la propia empresa había abandonado o sepultado en los últimos años.

Ahora La Arena luce como férrea atacante del Grupo Clarín y sus maldades, pero hasta no hace mucho tiempo reproducía con fanatismo en Radio Noticias la programación desde la que la Radio Mitre de Héctor Magnetto atacaba las políticas esenciales del proyecto nacional y popular.

Ahora La Arena luce como intensa defensora de la Ley de Medios, pero hasta hace poco andaba persiguiendo a radios pequeñas con denuncias ridículas, propiciando el cierre de fuentes de trabajo y censurando las voces de la diversidad. ¿Cómo entender que ahora los mismos que propiciaban acallar esas disidencias levanten la bandera de la “democratización de la palabra”?

Ahora La Arena saca chapa con su renuncia a ADEPA, la organización desde la que los empresarios periodísticos –a órdenes de los grandes bichos de la corporación– defienden el interés monetario del sector y si es necesario perjudican a los trabajadores para que no afloje la rentabilidad. Pero no es que ADEPA se haya gorilizado repentinamente, sino que tiene una historia cargada de agachadas que surgen, esencialmente, de la representación de un interés: el de la corporación mediática, en el que La Arena se sintió muy cómoda todo este tiempo.

Ahora La Arena remarca el pasado oscuro de los grandes medios nacionales, pero ignora cada vez que puede que felicitó desde sus páginas al torturador Luis Baraldini en plena dictadura, que en esa época siguió obteniendo créditos fáciles para mejorar su competitividad, que recién ahora (20 años después) se “descubre” el pacto económico entre los represores y el gobierno de Néstor Ahuad (al que La Arena tan bien trató después de otro crédito conseguido).

La Arena reniega de Magnetto, pero aplica muy bien la lógica del CEO de Clarín que aconseja primero tratar bien a los gobiernos para sacarles algunas prebendas, después maltratarlos para pedirles más y luego ayudar a que caigan para que el ciclo siga vivo.
Eso, con La Arena como medio “líder” de la región, lo han padecido y disfrutado, de acuerdo a la época, Marín, Ahuad, Verna y Jorge.

Nada de todo eso impide reconocer las enormes contribuciones que La Arena ha hecho desde su nacimiento al periodismo pampeano y a la vida en comunidad: probablemente La Pampa sería un provincia peor si alguna vez no hubiera estado La Arena para informar y alzar su voz. Los grandes aportes de La Arena a la ciudadanía pampeana han sido reconocidos de sobra en El Fisgón.

Pero en esta hora el problema de La Arena es La Arena. No se puede ser a la vez un medio tradicional y pretender ser parte de la “nueva movida” mediática. No se puede a la vez tener una historia económica que creció de la mano del Estado neoliberal –los distintos gobiernos pactaron con La Arena para que los traten un poco mejor– y a la vez pretender dar la imagen de medio "independiente" (esa palabra que es, como cuando la aplican TN o el resto de los grandes medios una falacia que oculta intereses detrás de una supuesta y única "verdad independiente").
Por eso está buena la discusión que se ha facilitado con la decisión política de que estos temas pasen a ser de interés público y dejen de estar reservados a un grupo de privilegiados.
Esta nueva realidad bien podría ser un mojón. Y en ese sentido, si a nivel nacional se sientan las bases de una nueva forma de entender los medios de comunicación, también en La Pampa podría gestarse un proceso que derive en la mentada democratización de la palabra y en un escenario más diverso, en el que está claramente a la vista que La Arena, con comportamientos propios de quien ansía el regreso del monopolio, está en una de las veredas: la de la vieja corporación mediática.

J.P.G.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

ya lo rajaron a sapegno del diario por opinar en contra del columnista marín, o de dos gritos entendió todo y bajó la cabeza?

Anónimo dijo...

tendría que hacer como el tuerto y avanzarle a la sonia.

Anónimo dijo...

Ahora saltó otro bolonqui, con el Caso "cámara-espía" en la PC del corresponsal de Pico: Alberto Callaqueo.
Parece que lo que dice la Editorial de Da Pena, no es así, El fallo le salió en contra al tal Saúl.

Anónimo dijo...

juajua vos decis que el tuerto le calienta la orejita?

Anónimo dijo...

Los muchachos de La Arena tuvieron un crédito secreto o muy bien disimulado durante la dictadura??? Averiguen, pero me pasaron ese dato muy firme

soliman el magnifico dijo...

bueno que esperaban que la arena la amiga de baraldini en los 70 hable a favor del gobierno gratis.
la arena es como una rokola toca segun quien le ponga la moneda.

Anónimo dijo...

Antes la arena tenía los mil ojos, ahora solo el ojo tuerto de Vega, como decayó!

Liquiwoman dijo...

Es buenísima la metáfora de la rockola Solimán. Te felicito.

soliman el magnifico dijo...

se agradece, pero no es idea mia.

Anónimo dijo...

y cuánto cuesta dormir tan custodiado............

LinkWithin

Related Posts with Thumbnails