Paradojas del sistema: una fila de efectivos del Servicio Penitenciario, pertrechados como corresponde, con chalecos y escudos, se paró entre los acusados de delito de lesa humanidad y el público. Lo curioso es que no protegían al público de los represores, sino al revés...
Los acusados, en su banquillo, antes del inicio de la audiencia. Mostraron un ánimo cambiante. Al principio hasta sonrieron y se hicieron bromas, después quedaron en silencio, más angustiados que otra cosa. Aunque se dieron lugar para miradas desafiantes y algunas provocaciones.
El vallado en las calles cercanas al Colegio de Abogados, donde se inició el histórico juicio oral y público. Dejó lejos de la puerta a los organismos de derechos humanos y militantes que reclamaron justicia.
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