martes, 20 de julio de 2010

El puterío de la jueza

Usualmente este tipo de nota debería comenzar: “Como si fuera una comedia de embrollos...”. Pero no, empieza así:
Una vieja avinagrada, que casualmente es la encargada de “juzgar” gente –específicamente de casarlas, de firmar partidas de nacimientos y/o defunciones... eso, nomás– dice que ella no va a andar casando a un puto con otro puto ni por puta, porque primero está la ley divina antes que la Ley de Matrimonio igualitario que el Poder Legislativo de la Nación aprobó y que la presi Cris (que todavía no se entiende cómo puta ningún dinosaurio acusó de turra, trola, torta, falopera o rutera) va a promulgar el miércoles; es decir mañana, rodeada de todo tipo de “bichos raros”.
Se arma un quilombo de órdago a nivel piquense (de ahí es la vieja), provincial, nacional, casi internacional y con especial repercusión en aquel país-isla utópico adonde curachos recalcitrantes, fachos de todo tipo, milicos de alma y soretes en general querrían encerrar a todas las Lesbianas, Bisexuales, Gays y Trans (LBGT): “a estos putos habría que mandarlos a una isla desierta y que ahí hagan lo que se les cante el orto” ¿o no?.
A propósito, en este anhelo-sueño, el tal país-isla puto tendría que ser rosa. El rosa es el color con el que los nazis identificaban a los homosexuales pintándoles un tachón en la solapa, mientras formaban fila para entrar en “campo de refugiados” (concentración) previo al “aseo” (cámara de gas) así como a los judíos les pintaban una marca amarilla. De ahí viene. Es decir que –amigos gays– no es muy feliz la metáfora del puto-rosa.
Con todo el halo aperturista que experimenta Argentina (con las consabidas excepciones a la regla, que se radicalizan proporcionalmente al avance progre) el desconocimiento de la ley por parte de la vieja piquense, tomó estado nacional; alarma, digamos. Pero, inmediatamente, un día después más o menos, el gran diario argentino publicó que la vieja desobediente se había arrepentido luego de hablar con un par de parejas de putos y con “su pastor”; que no se entiende si es un cura evangélico, un perro alemán zoofílico o Pedro, el amigo de Heidi, que algo habrá hecho. O el pastorcito mentiroso.
Muchos (casi todos, bah) especularon con que la vieja Cobani había a su vez especulado y espe–culado  especuleando con que la iban a rajar del laburo: por ser buena la pondrían en la miseria, la dejarían en la palmera, le afanarían hasta el color (rosa). Y por eso se habría dado vuelta como una tortilla bien pero bien hecha. Todo escrito en potencial como buen periodista culo en la silla cagón. Y medio puto también.
Pero resulta que por fin viene un comunicador como la gente, un ser derecho, sin fisura, sin agachadas, sin firuletes, sin lambidas, sin muertos en el placard, sin haber cagado a nadie, justo, honorable, buena persona, excelente compañero, patrón sin que se note que es patrón, la excepción del que sabe sabe y el que no es jefe, un primor de persona... me avisan que este no pudo venir, pero si vino este otro sofista a desmentir a Clarín, a desenmascarar la mentira monopólica con un suelto (una nota, no un flato) en su pedorra página güeb aclarando que todo lo que publicó el cornetín es pura mentira y que en realidad la vieja no se arrepiente ni por puta de no querer casar a un puto con otro puto ni por puta.
En fin, una comedia de embrollos que tendrá un capítulo del carajo cuando el próximo 13 de agosto la vieja tenga que poner la mocha en la libreta de Alberto y Oscar. A no ser que se lave las manos con agua bendita, no cumpla con su deber de funcionario público, pida licencia o invente algún otro puto pretexto.

Dorian Gay, la que se come la torta frola.

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