Una collecta para Coller

En Vuvuzelandia, entre los miles de analistas, comentaristas, observadores, historiadores, anecdotaristas, locutores, cuentistas, charlistas y charlatanistas, está Fabricio Coller, quien se armó su kiosquito en la efe eme de los Datristeban para juntar unos mangos y viajar. 
Pero claro, como el tour al que pudo acceder el muchacho nacido y criado en la localidad de Doblas no daba más que para un gasolerismo típico de mochilero adolescente, Fabri se tuvo que ir amoldando a las (pocas) comodidades que encontró en el país de Nelson Mandela. 
En una de las primeras intervenciones desde tierras africanas, y en conversa con otro
“mostro” del micrófono local como lo es Hugo Horacio Arias, Coller contó, medio como pidiendo la escupidera, que “esto no es Alemania”. 
En los sucesivos contactos que fue manteniendo –por ahora los cospeles de reserva que debe haber llevado le alcanzan para salir un ratito al aire casi todos los días– nos fuimos enterando de las peripecias del audaz Fabricio en tierras negras, casi como si fuera un reality al estilo de esos típicos de supervivencia. O como si fuera un cuento de esos de ¿Qué hacen un sudafricano, un alemán, un chino y Fabricio Coller en una isla desierta? 
En otra de aquellas pretéritas interrupciones a la programación habitual de la radio para contar qué tal le iba en el otro continente, el acarminado chaval de Doblas (es fana del Independiente de ese pueblo, y hasta inclusive alguna vez jugó al deporte en el club) nos chimentó que ni siquiera tenía hotel y que estaba pernoctando en la casa de una familia sudafricana, muy copada, que le había prestado un colchoncito y una mantita para menguar el áspero tornillo que por las noches castiga allí. 
Hoy en el horario antemeridiano, ya con un hilo de voz luego de más de diez días en las indómitas latitudes, Fabri le confesó al charlatán del turno mañana –con un halo de dolor que se entremezclaba en la algarabía por el triunfo argentino– que si “Argentina le ganaba a Méjico el domingo” iba a tener que hacer “malabares” para recorrer los cerca de 1400 kilómetros que separan su lugar en el mundo de Ciudad del Cabo, “sin avión y sin auto”. 
Por eso, ya que los Datristeban tienen un cocodrilo en un bolsillo y un veterinario en el otro por si se les resfría el cocodrilo, desde diario Fisgón lanzamos una campaña en solidaridad con el escarlata parlador doblense exiliado. Los que quieran enviarle frazadas, chocolates, licores, monedas, ropa de cama, escarpines o alimentos no perecederos, por favor comuníquense con nosotros o métanse acá.