El debate provincial y popular

Un kirchnerista del riñón, como Gabriel Mariotto -una de las grandes caras visibles de la Ley de Medios, proyecto sustancial del actual gobierno- pudo sentir en vivo y en directo que los dirigentes que pretenden erigirse en referentes del kirchnerismo en La Pampa tienen una convocatoria más bien escasa. Y que de alguna manera han perdido la confianza, no sólo de la ciudadanía en general, sino incluso dentro del propio partido que integran y de los dirigentes o militantes que alguna vez los respaldaron.
Manolo Baladrón quiso que la audiencia pública que se hizo en la capital pampeana fuera un acto político que le dejara pura ganancia, y en el que quedara referenciado como una cara pampeana del proyecto nacional y popular.
No puede decirse que el tiro le salió por la culata, porque por fortuna el encuentro y sus participantes cobraron un camino propio y lo enriquecieron a sus modos, pero sí sirvió para mostrar que quienes alguna vez ostentaron en La Pampa un poder hegemónico ya no pueden mover a las masas tan fácilmente.
Manolo no consiguió ni siquiera un respaldo del gobierno provincial de Oscar Mario Jorge, que ya se sabe que es perezoso y no actúa precisamente por convicciones. Para la comunidad, semejante ausencia del oficialismo local debiera causar temor: no sólo faltaron el gobernador y el vice, sino que no acudió ni siquiera un ministro. Apenas hicieron rostro -pero como con desgano, y sin pronunciar palabra- el secretario general Raúl Ortiz y el director de Prensa Bruno Cazenave. Y fueron por las suyas los funcionarios de la Secretaría de Derechos Humanos, Rubén Funes y Oscar Gatica.
Es tristísimo el papel del gobierno pampeano frente a una ley histórica y una transformación frente a la cual se puede estar a favor o en contra, pero no ser indiferente. Ni hablar de la tácita alianza vernomarinista (Carlos Verna + Juan Carlos Marino), que ya se sabe que está claramente del otro lado de la Ley de Medios y lo que ella representa y traerá como consecuencia.
El oficialismo local apostó a la misma mezquindad de Baladrón y los suyos, que creen más importante exhibir gestos de poder y ocupar espacios que ampliar el dabate sobre la ley y seguir dándole cuerpo -y masividad- a los motivos que llevaron a impulsarla y que llevan a las grandes corporaciones a mantenerla frenada.
Entre los que sí asistieron estuvo Rubén Hugo Marín, cumpliendo con su teoría de que en esta provincia no se puede hacer política sin hablar con él. Algo de razón hay en esas palabras: Marín, por lo menos, está. Anda por ahí, pronuncia declaraciones, aparece en el lugar de las discusiones, intenta generar hechos políticos, y a veces lo logra.
Pero el poder que supo tener está menguado. Entre otras cosas, porque se quedó sin la chequera que supo manejar. Y también porque se quedó sin la confianza de muchos de los que lo respaldaban. Hoy apareció con su familia y con algunos jóvenes que siguen viendo en él al líder que en otro lado es imposible siquiera imaginar. Es tragicómico que otro de los que ande floreando como nacional y popular sea nada menos que Miguel Angel Tanos, el ministro de la menemista Ley Federal de Educación.
Está escrito que ninguna cosa nueva puede nacer sin algunos residuos de lo viejo en su interior.
Pero la gran pregunta es si Marín y Baladrón -dos dirigentes políticos que estarán eternamente asociados a la década del '90, al noleiberalismo menemista, al remate del país y el crecimiento de los peores índices sociales- pueden ser las caras del proyecto nacional y popular en La Pampa.
Por ahora, parecen serlo, más a la fuerza que por otra cosa, y más como consecuencia de falencias ajenas que de méritos propios. Pero el asunto es si al propio kirchnerismo le conviene que sus representantes sean esos. Sería una chicana fácil decir que esta vez el Aula Magna quedó demasiado grande y que mucha más gente -y más debate- hubo en la audiencia pública anterior, cuando -aún con la ausencia de Gabriel Mariotto, promocionada entre otros por Baladrón- con la organización de cooperativas, gremios y entidades intermedias se completó el escenario y se debatió rico y tendido.
Da la sensación -y hay pruebas a mano- de que Marín y Baladrón ya no pueden garantizar asistencia masiva a una charla, como no pueden garantizar los votos que antes contaban como porotos seguros.
Porque las cosas cambiaron y las necesidades y exigencias de la ciudadanía dieron varios pasos adelante en estos años.
El régimen pampeano de la época neoliberal ya dio signos suficientes de decadencia (no quiere decir que los conservadores que fueron sus sucesores hayan traído algo mejor).
Ya no es para el kirchnerismo ni siquiera un problema de convicciones, sino más bien de conveniencias: mientras duda de la chance de establecer otro modo de construcción, con caras no tan viejas, con algunos aspectos de lo que fue la "transversalidad", ¿pueden Marín y Baladrón, claros referentes de otro modelo de país, en el peor momento de sus prestigios como políticos, incluso después de severas derrotas en las urnas, con la confianza minada aún en las bases donde supieron ser Gardel y Lepera, ser los referentes del proyecto nacional y popular?

J. P. G.