domingo, 11 de septiembre de 2011

El trío en el hospital

La doctora Taborda y el diputado Olleos llegan de visita al hospital. Al entrar, Claudio enfila para el baño. Nos vemos en la habitación. La doctora esboza una minúscula sonrisa. Portate bien. Claudio sonríe y busca la puerta. Entra al cubículo con inodoro vacío y cierra con la trabita. Saca la billetera y la bolsa con la papota. Abre y saca una tarjeta. Junta un montoncito y pum. Junta otro montoncito cavando más profundo y pum-pum. Colocado. Orina y sale a los lavatorios. Entra un enfermero muy alto y se pone a mear en uno de los mingitorios. El diputado se lava la cara y las manos. Sorbe y ronca los mocos metiendo aún más la cocaína en su garganta. Sale del baño hacia el interior del gentío de médicos, enfermeras y pacientes. Enfoca para el ascensor y espera. Un tic de muecas florece en su cara. En la habitación la doctora habla, animosa, con un inspector Gutierrez cansino, rodeado de cables. Te veo bien, Gutierrez. Se ve que sos fuerte. El inspector Sergio Evaristo intenta sentarse. Dolorido se sienta. Taborda, me duelen todas las heridas de los perdigones. Pero más me duele el culo. Me parece que la conchuda de la enfermera gordita me clavó algo en el ojete. Cada vez que me habla se rie, la turra. Y no sabés cómo tengo el ojete. Podés creer? Uuuuhhh. La doctora larga una carcajada sonora, ampulosa. Te estuviste haciendo el vivo, Gutierrez. El inspector también larga una risita débil, quejosa. Contame algo del ferretero. ¿Dónde está el contrabandista mugriento ese? En la escena, infaltable, entra Olleos con la nariz nevada y gritando. Evaristo, Evaristo, lo vamos a capar al cornudo amante de los fierros. Acordate Sergio, acordate. El inspector se pone incómodo con las vociferaciones del gallo Claudio. Comienza a apagarse. Qué hacés Brillantina. ¿Destapaste alguna olla que valga la pena? Arrinconado contra las sábanas más frías el inspector se acomoda en una forma de paciente semidormido, escuchando de a ratos a sus colegas y amigos, como en un viaje captando momentos casi sin opinar. La charla, las opiniones en conjunto, la dialéctica del trío decidió buscar al Ferretero sabiendo que no tenía nada que ver con el hecho. Tal vez alguna duda, algún pequeño resentimiento, pero los tres quieren agarrarlo al Ferretero por tener, quizás, algunos indicios del crimen de Smith. Sabían que Aníbal Pascal Garcila no había asesinado a Olga. Los tres querían tomarle declaración al tipejo este por todo eso en estado sospechoso. Y suena el infernal celular Sakukia del diputado. Hola. ¿Qué?. Hola Saitoa, hola. Hola. No te escucho, no tenés señal, movete Saitoa ¿Qué? Hhola, hola. ¿Qué decís? ¿Mataron a la Coneja? ¿Cómo? ¿Quién? ¿El Ferretero? Esperame ahí. Voy para Tribunales. Las tres miradas volvieron a fusionarse en un mismo pensamiento: peligro. La doctora Taborda marcó otro número en su celular y pidió dos guardias más para la habitación del inspector Gutierrez. El diputado, volviendo del baño con varias muecas de muñeco ventrílocuo, explicó rápidamente dos o tres pasos a seguir en la seguridad del trinomio. La doctora besó con afecto a Sergio Evaristo y deseó pronta recuperación. Brillantina, confuso, tartamudeó alguna frase sobre la vida escrita por Bukowski sabida de memoria y puesta en todos lados: Yo no analizo jamás, me limito a reaccionar...Yo ando con todos mis prejuicios. Jamás intento mejorarme o aprender algo. No soy uno que aprende, soy uno que evita. Gutierrez celebra la frase admirable. Saluda a ambos y se coloca los auriculares. Piensa en soluciones desde la postración surtida por los perdigones de lo pendejos Garcila. Se acuerda de la enana Willy viajando por Nápoles, Tánger o Marsella, fumando puros de mariguana fresca, catando olores de yerba buena y degustando rabas jugosas con sal, oliva y pimentón. Suena en el i-pod la canción de Titâs, Os cegos do castelo y su dulce melodía inunda el aura de Gutierrez con nostalgia. El inspector piensa en Rivadineira. No la llama. Prefiere sedarse con la música. El culo le arde de manera desesperada. Enfermera gorda concha floja ya te voy a hacer alguna maldad. La noche va a ser larga a la deriva de la intriga y la quietud exasperante en la cama camilla del hospital. La noche va a ser larga. Como ahogarse en un mar de pensamientos.

Negro Vachino

1 comentario:

Lector dijo...

Este capítulo creo que fue el mejor, o por lo menos el que más me gustó. Felicitaciones.

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