Músicos asociados

La primera sensación que provoca la reciente creación de la Asociación Civil Pampeana de Músicos es de alegría, claro.
Pero, haciendo una lectura menos apasionada, y tomando como pautas las declaraciones de las autoridades elegidas, el panorama no parece ser tan prometedor.
Un ejemplo: “la Asociación no va a intervenir en aquellas problemáticas laborales, es ahí cuando participa el sindicato. A lo sumo nosotros podremos manifestarnos como institución sobre determinadas cuestiones.” (José Gerardo Molina, el presidente. Suplemento Kresta 9/6/11).
Otro: “Nosotros podemos participar apoyando o acompañando, pero de ninguna manera intervenir”. (Federico Camiletti, vicepresidente, en la misma nota). “Se tiende a mejorar las condiciones del artista, del músico, pero de ninguna manera se va a prestar apoyo legal si tuviera controversias” (Molina).Las organizaciones sociales, sea cual fuere su composición y naturaleza, tienden a aglutinar la mayor cantidad de expresiones y personas posibles, con el objetivo de que la fuerza (de trabajo, de oposición a otra fuerza, de puntos de vista, de ideas, etcétera) sea mayor. No parece que en este caso esté sucediendo eso:
“Nosotros tratamos siempre de ser abiertos en las convocatorias, quisimos que la gente vea que esto no es un grupito cerrado, que no es una elite. Si por ejemplo no hay gente de rock, es porque tal vez nosotros no conocemos mucho, pero de todos modos el mensaje les llegó” (Camiletti). En la Comisión Directiva, por lo menos, tampoco hay gente del jazz, ni de la cumbia, ni de la música clásica, ni de la melódica, ni de la electrónica, por nombrar algunas vertientes. Los integrantes de la C.D. provienen solamente del folklore; y en menor medida del tango. Eso les da una cosmovisión acotada de la música en general, y de cómo es la experiencia de planificar, promover, organizar, resolver, publicitar, fuera de sus órbitas.
Pero, además, los aglutinamientos (y más que nunca éste que es de músicos, actividad que indefectiblemente depende de otros sectores) deben servir para enriquecer al individuo y al conjunto. Bueno, en un principio la Asociación iba a ser de “Músicos y Afines”, pero finalmente el abanico se cerró.
“Van a poder participar, sin dudas, otras actividades ligadas a la música, que tal vez no se puedan enmarcar en un género específico. La Asociación al principio era músicos y afines, pero después quitamos la palabra afines. Por ejemplo aquellos que hacen sonido, los bailarines, pueden participar como socios adherentes. No integrarían los órganos de comisión, pero sí pueden participar de comisiones”. (Molina)
Un escritor, un pintor o un compositor podría decirse que no necesita más que lápiz y papel. Pero el músico, excepto que pretenda tocar sólo en su casa, no. Esta nueva Asociación excluye, también, a iluminadores, sonidistas, bailarines, personal de carga y descarga, luthiers, productores, profesores, managers, difusores, estudiantes, djs, y un largo etcétera que, ¡cómo no!, están intrínsecamente unidos a la actividad y que son tan importantes como cualquier otro. Que se entienda: no es una Asociación de Música, como lo es la Asociación de Amigos de la Música, o el Grupo del Arenal, o la Orquesta Infanto Juvenil... Sería bueno tener del mismo “lado” a los que se descartaron, porque en el hipotético caso de que la Asociación tuviese que discutir el precio por un espectáculo, por ejemplo, también tendrá que ponerse de acuerdo con todos los actores que omite.
Pero también, y llamativamente, la Asociación se llama Pampeana, cuando en realidad todos los miembros de la CD residen en Santa Rosa, con lo cual poco representados pueden sentirse los músicos del interior.
Dice Camiletti en Kresta: “lo importante es, con trayectoria o no, fortalecer la figura del músico local, porque eso de local es algo que nos molesta a nosotros. Es peyorativo y discriminatorio, porque por ejemplo el casino siempre a los locales les paga menos que a cualquiera que viene de afuera. Un poco nos cansamos de eso”.
Pensar al casino como aglutinante de algún tipo de expresión artística, es una aberración, por más que esté instalado en el inconsciente colectivo y por más que la entrada cueste barata. La Asociación (entre otras estructuras culturales independientes y oficiales) debería combatir eso y no tratar de agarrar un poco más; cosa que –por otra parte– es casi imposible, ya que para la casa de timba el espectáculo (sea cual fuere) es un relleno.
En definitiva, si no se tuerce el rumbo de la naciente organización, la impresión es que no parece que vaya a servir de mucho. O a muchos.

L.G.