sábado, 25 de septiembre de 2010

El miedo del juez

Como parte del desempeño por momentos penoso que tuvieron los funcionarios judiciales el miércoles pasado -durante el testimonio del ex gobernador Rubén Marín- el presidente del Tribunal José Mario Tripputi soltó una afirmación que no merece pasar desapercibida.

En la serie de breves reprimendas que le hizo al abogado querellante Miguel Palazzani -en afán de detener sus interrogantes- resultó más papista que el Papa: Tripputi le pidió al profesional que abandonara el camino de las consultas “políticas”.
Es directamente imposible ­ no incluir el terreno “político” en una causa que pretende conocer cuáles fueron las consecuencias en nuestra provincia del Terrorismo de Estado.

A tal punto que fue el propio Marín (y Tripputi decidió hacerle caso y permitir que el diálogo continuara) el que lo alertó respecto de que no había inconvenientes en que se hablara de política.

Si no se hablara de política, en vez de terrorismo de Estado ­o delitos de lesa humanidad y por lo tanto imprescriptibles­ estaríamos hablando de delitos comunes. Y este juicio no tendría sentido.
El sólo hecho de que Tripputi haya soltado esa afirmación hasta permite preguntarse si habrá atendido realmente la lectura de la acusación, porque si algo tuvo esa pieza ­que describió los objetivos y metodologías del terrorismo de Estado­ es que detalló los delitos que se cometieron en el marco de una acción claramente política. Y para desentrañarla hay que hablar, necesariamente, de política.
¿Por qué un señor juez le tendría tanto miedo a la política? Porque esa visión de la “política” como una mala palabra es claramente una herencia del terrorismo de Estado ­político­ que se está juzgando.
Es la política, al fin y al cabo, la que le permite a un juez estar donde está: los funcionarios judiciales son también el fruto de acuerdos y conflictos políticos, de consensos e intereses políticos. Eso ­al menos en las condiciones más saludables­ no quiere decir que un juez deba favores al político que lo designa.
Sin embargo, por momentos Tripputi y el fiscal Jorge Bonvehi se portaron con Marín como si tuvieran alguna deuda con él. ¿O será miedo, nomás?
El caso del fiscal no es nuevo, pero vale reiterar algunos conceptos: su obligación es buscar la verdad, preguntar, interrogar, conocer, hurgar, aún cuando en ese trámite pueda sonar incómodo o pueda equivocarse.
Pero debe demostrar la voluntad ­política­ de llegar al fondo de la cuestión.
A veces, durante el juicio, queda sin embargo la extraña sensación de que mientras un querellante lucha a veces en excesiva soledad para encontrar la verdad, los otros actores se contentan con cumplir el formalismo frente al que los puso la historia.

JPG
Foto: El Diario

2 comentarios:

soliman el magnifico dijo...

y por fin el buche habló, ahora falta que diga todo lo que sabe.
y diga a quien buchonió.
el referente K de la pampa, un gran buchon.

Anónimo dijo...

Delincuente!!él y sus seguidores!!

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