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Videla y Ernestina en tapa. |
en la venta de las acciones se presumen delitos de “lesa humanidad imprescriptibles”, según el juez federal Daniel Rafecas.
La connivencia con el gobierno militar a partir del golpe de 1976 por parte de los empresarios más poderosos de la prensa nacional, se plasmó en la fraudulenta adquisición de Papel Prensa, una empresa mixta creada durante el gobierno –también de facto– de Juan Carlos Onganía, para abastecer del vital elemento a los periódicos nacionales. A partir del 24 de marzo las cosas cambiaron: el banquero Graiver fue extorsionado para desprenderse de las acciones de Papel Prensa y luego secuestrado. Paralelamente se formó una sociedad que compró esas acciones malhabidas: se llamó Fapel y estuvo compuesta por... Ernestina Laura Herrera de Noble, Héctor Magneto, Bartolomé Mitre, Patricio Peralta Ramos y sus abogados.
Esta corporación sería la que informaría lo conveniente, orientaría la opinión pública, pondría y sacaría ministros, marcaría gente “molesta”, miraría para otro lado cuando hubiera “excesos”, señalaría las “campañas antiargentinas” en el exterior, y –por supuesto– abriría o cerraría el chorro de la provisión de materia prima a los grandes, medianos y pequeños medios gráficos de la Argentina por más de 30 años.
Papel Prensa no debe ser una empresa del Gobierno; pero tampoco debe estar manejada por estas manos siniestras que están manchadas con sangre, personajes maquiavélicos que están acusados de apropiarse de los hijos de desaparecidos, que han vivado a los más sádicos genocidas y que todavía hoy mandan a llamar a algunos de los políticos más influyentes para decirles qué es lo que tienen que hacer.
Personas sin alma ni corazón que se construyeron su propio monopolio de la única manera posible: con sangre.
L.G.
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