domingo, 29 de agosto de 2010

Dinosaurios del siglo de las máquinas

Camina hasta encontrar un  lugar solitario y protegido entre los árboles. Se sienta bajo la sombra de un ceibo. Recostado sobre el tronco del árbol prende menos de medio porro y fuma con tranquilidad. El humo dulzón trepa en el ambiente y Guillermo relojea para los costados, no quiere saber nada con la policía ni comerse un disgusto. Con la gente moviéndose entre más gente a bastante distancia no es problema, aunque por atrás de los árboles puede aparecer cualquiera. Se ve a lo lejos algunos perros buscando la caricia de sus dueños y paseadores. Un poco más cerca, veinte muchachos armaron una canchita de fútbol  y los montículos de camperas y mochilas haciendo de arco se camuflan con los laterales amplios indefinidos. Apaga la tuca y prende un cigarrillo. Se acerca a ver el partido. Los colores de la camiseta se entremezclan. Ve algunos toques buenos y otros muy malos. Observa sin ver y piensa en su trabajo actual de matarife, todos los días bien temprano marcando horario, tipificando carne en el frigorífico, oliendo a sangre húmeda y bosta de corrales no puede olvidarse aquella perfecta letra de Zitarrosa y sus dinosaurios del siglo de las máquinas: Temblando, con el frontal partido por el marrón, por el marronero, cae sobre sus costillas, pesada como un mundo, la res cae con estrépito, de bruces sobre el cemento, balando al descuajarse su cornamenta, ya sólo un pobre costillar enorme, ya sólo un pobre cuero y sangre, media tonelada de huesos astillados, hincados en toda esa vida temblorosa y atónita, ahí se va alzando como un pesado pingajo, atrapada por la pata por un gancho que le salta arriba, que la alza por un hojal abierto en el garrón de un cuchillazo en plena estupidez sentimental, en plena media tonelada de monstruoso dolor, incomprensible, absurdo, balando, plañidera y tonta, como un escarabajo que no piensa, mientras medita lentamente por qué duele tanto y porqué duele, la res, abierta al descuartizamiento atroz por todas partes y que eran tantas partes, tan extensas y que pastando nunca habían dolido… 

Negro Vachino

No hay comentarios:

LinkWithin

Related Posts with Thumbnails