Quizás viajen a la ciudad buscando el filo de las calles de tierra y la caminata se perderá en los cruces, en los barrios y en los autos pensarán en la puerta de madera y la cadena, en el cierre del candado, los chapuzones de verano, las inundaciones y el compás oblicuo del río.
Javier piensa en el colchón despanzurrado. Nora en sentarse en la vieja silla de peluquero. Raúl en la fotógrafa. Los tres esperan y saben. La odisea que nunca termina de llegar los mantiene vivos. Inmovilizados en ese instante captan el letargo de las ruinas: se niegan abandonar la cobija de esas paredes; las maderas ya no crujen, quedan un par de vidrios intactos.
El motor gritón de la lancha colectiva escupe a lo lejos. Los tres esperan. Llegar y ver la costa, girar las cabezas como gorriones y preguntar por el silencio y los ruidos. Cuatro ojos azules y dos marrones. En bajarse y correr lejos del agua.
Negro Vachino
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