sábado, 24 de julio de 2010

Instrucciones para hacer un asado

por Lucía Cinquepalmi (*)

Versión para ell@s
Usted tal vez piensa que tirar un cacho de carne arriba de una rejilla de hierro y dorarla sobre el fuego al punto de la cocción, es cosa sencilla y subestima, entonces, tanto cuanto camino previo se debe andar para llegar al primer bocado, que en general siempre resulta rico, dado que es habitual juntarse con una recopilación de muertos de hambre, y el primer bocado no constituye, entonces, medida alguna para determinar la calidad de la cocción o de la sazón.
Es requisito fundamental no tener marido, novio ni apareamiento heterosexual alguno por los inconvenientes que eso trae, dada la yuxtaposición de roles culturales, pero, más que nada, las asperezas generadas por el avasallamiento y el desalojo de lo único que sabe hacer un marido o similar, despojándolo de su único orgullo posible. Se verá a simple vista que esto trae problemas, no sólo a la relación, lo cual es absolutamente secundario, sino al asado mismo en su aspecto ritual.
Es necesario haberse desanimado por completo de una probable esperanza mística de reencarnación, caso contrario, nos hallaríamos impedidos de hincar la cuchilla y menos el diente en lo que pudo haber sido nuestra bisabuela, el Papa Paulo VI, o, lo que sería imperdonable, un Pinochet o similar.
Elegir un buen pedazo de carne es fundamental y en ese aspecto las mujeres debemos ser al máximo precavidas y desconfiadas ya que tenemos la tendencia histórica de adquirir un chancho entero para utilizar sólo el chorizo.


El trayecto hasta la boca de expendio de la carne es otro ítem a considerar ya que nosotras no circulamos con los shorts deportivos y las patas peludas en la cuatro por cuatro que estacionamos en el mercado, camino a casa de regreso del club, sino que se nos impone atravesar un campo de acechanzas apabullantes, bolsita en mano, celular en la otra, llave de casa, billetera, polvo levantado por el viento, lo cual nos hace pensar que levanta más el viento que nosotras, en un camino que parece, a primera vista, tan simple como decir, voy hasta el mercadito y vuelvo.
Camino al mercadito aparecen tres jóvenes encaradores con ese andar entre te voy a atropellar o tenés ganas de bailar y esa actitud que no sabemos distinguir entre, si nos van a pedir la hora, la que es imposible en sí misma de entregar, primero porque no es nuestra y segundo porque ya la hemos perdido con todo lo que tuvimos que hacer antes de salir de casa. En realidad los jóvenes pasan de largo y ni siquiera nos registran.
Puede suceder también que una canilla abierta en un jardín esté provocando un arroyo que llega hasta el medio de la calle y nos obliga a golpear la puerta de la señora para avisarle amablemente que ha olvidado el grifo abierto, acto seguido te mira de arriba abajo como diciendo, y vos quién sos, entonces, en el mismo tono amable intentamos hacer docencia explicando que el agua es un problema que acucia a la humanidad entera y la puerta se cierra violentamente sobre nuestra estúpida cara.
En la esquina espera en un vehículo tipo Fiorino un señor, más que entrado en años, ya saliendo de la vida, y pensamos que nos va a preguntar dónde queda la calle Payné, pero nos larga una sarta de babosidades que nos hace confundir entre si seguimos teniendo algún atractivo o debemos iniciar un tratamiento para elevar la autoestima después de que ese viejo verde nos elija para torturarnos con sus hedores y malolencias.
Ya ante la exhibidora de carne se debe elegir una carne no muy roja, no muy compacta ni con grasa de color amarillo.
Es recomendable seleccionar un pequeño peceto que untaremos previamente con salsa de mostaza, lo mismo una colita de cuadril desgrasada, un buen trozo de vacío o una tira de costilla pequeña, nunca el corte especial, porque es especialmente destinado a disimular el hueso grande de la vaca vieja y corremos el mismo riesgo que con el viejo verde de la Fiorino.
Al llegar a casa, debemos poner en remojo la lechuga, hervir las papas, lavar los tomates, rallar la zanahoria, pisar la palta, hacer el chimichurri, salar la carne, ir preparando la mesa, destapando el vino que ofreceremos e iremos bebiendo como corresponde a un@ asador@ que se precie de tal, y una vez que esté todo encaminado, nos vamos pal fondo a prender el fuego.
Habrá notado seguramente que aquella vieja usanza de los hombres el asado y las mujeres la ensalada, ha perimido rotundamente en la carrera desenfrenada de la liberación femenina y sus conquistas. Díganme dónde está la primera feminista que la corro y le doy con la palita de hierro del asado.
A prender el fuego, entonces. No se recomienda usar el papel seroso de le monde diplomatique ni las revistas de chismes resbalosas que bien merecen ser quemadas pero no en esta ocasión.
El papel idear para quemar es el de Clarín por su textura rugosa y porosa.
Se arrugan unas siete u ocho hojas sin necesidad de destilar ninguna furia especial sobre los contenidos ni seleccionar las páginas de Ernestina, es sólo un asado, distiéndase, con abollarlas un poquito es suficiente.
Sobre los bollos de papel se hace una chocita con palitos secos o maderitas de cajón de manzana y se completa con leña de piquillín o de quebracho.
Fueguito al papel, mirar el fuego hasta hipnotizarnos y conjurar los malos efluvios del mundo, beber un traguito de tinto, de a poco, caso contrario a la hora de comer tendremos una intoxicación aguda por el alcohol.
Cuando se haya logrado una cantidad de brasas que alcance para cubrir el perímetro del espacio que ocupará el material asable, desparramarlas y acomodar lo que vayamos a ingerir y convidar. El calor debe ser lento y eficaz para desgrasar, el chirrido suave y los estallidos espaciados de la combustión de la grasa van marcando que todo va bien.
Mientras, le echamos más leña al fuego, esto es literal, no es conveniente mezclar ningún tipo de metáfora que puede desembocar en reavivar una pelea, o hacer algún comentario adverso con destinos complicados.
Cuando la parte superior de la carne esté entre tibia y calentita podemos darla vuelta.
El caso del peceto es excepcional, ya que requiere ir rotándolo en su redondez para que salga jugoso y tiernito. Caso contrario, nos hubiéramos ahorrado todo el esfuerzo y hubiéramos aceptado al viejo verde de la Fiorino.

Versión masculina del asado en primera persona
D
e un corazón femenino destrozado por la culturaBueno, acá en casa se mandaron todos a mudar, mejor, me voy al club y a la vuelta hago el asado, así me dejan de romper las pelotas con “estoy harta de la cocina todos los días…”
Bueno, otra vuelta de tute y me voy porque me va a cerrar el boliche y después me tengo que bancar a la patrona.
¡Qué carne fulera! Dame ese pedazo y ese pedazo, total les da lo mismo, no entienden nada de asado las mujeres, y poneme cuatro chorizos comunes de esos mezcla así los lleno con sánguches y les tapo la boca.
Este carbón de mierda, qué le pasa, lo agarró la lluvia la semana pasada, seguro lo dejaron afuera.
Vieja, traéme el querosén. Uh, ya empezaron a llegar todos… ¡Y abríme una birra! Que esté bien fría, eh?!
¿Se puede saber qué te quedaste haciendo?, traéme la birra, che!
¡Ya tiro la carne! En quince minutos comemos, ¿tenés todo listo?
Siempre hay que esperarlas con esas malditas ensaladas.
Quién me manda a mí a cagarme de calor un día como hoy…
A la mesaaaa!!
No, gracias, yo paso, ya estuve picando al lado de la parrilla…

(*) Aficionada culinaria

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Me parece que metiste toda la carne al asador, Lucia...!¿El lince, (que suele acompañarte) sabe hacer fuego por lo menos...?Hummmm!
A vos nunca se te quema el cuerito, eh! Voy... ¡Llevo vino tinto!Del bueno por supuesto.

Anónimo dijo...

Lucia dormite una siesta.

Maestro Asador dijo...

Lucia, dejá que los hombres hagan el asado, vos andá poné la mesa y luego encargate de limpiar todo.

Anónimo dijo...

y la mayoría de las veces ni siquiera el chorizo vale la pena.

Anónimo dijo...

Lucìa, se me ocurren algunas cositas: 1)evidentemente la paranoia te permite escribir mejor que las recomendaciones culinarias; 2) con el asado espero no te hayas asesorado. Lo hicieron para el culo. Se me ocurre que algunas percibiste de algùn asado y creo que inventaste mucho. 3) Llevo algunos años comiendo asados y unos menos haciendo asados. Lo del peceto y las paltas para un asado ¿lo copiaste de mirta o la noble? y lo ùltimo 3)del relato estoy seguro que te despecharon los jòvenes y mucho màs seguro que el viejo de la fiorino ni te miro. ¿te parece que despuès de vivir años y hacer achurias, se pueden tirar babas a tu paso? Las personas de edad pueden envejecer, pero el buen gusto no pierden. El final lo imagine...terminarìas con el chorizo. El relato es bueno, como los anteriores.

Anónimo dijo...

¿Que convocatoria Lucía? "Lucy in de sky on the morcillas"!!!

Che piba, vos con una década menos, no dejabas títere con cabeza.eh?. mira como saltamos los asadores setentistas.Lo de la palta y el peceto..."cosa é gringo", receta mediática. Vos andá a hacer las ensaladitas...Yo te preparo mi peceto,con aderezo especial y te lo mando al horno con la temperatura ideal.Después te chupás los dedos!!! Con mucho cariño...!Se ve que hay hambre en este blog!!!

abril dijo...

vengan y prueben.... y nos cagamos de la risa... qué lindos son los asados, carajo! los haga quien los haga... Salute!. ... eso de 'anónimo' me reviennnnta.... ta loigo....
Lucía Cinquepalmi

Anónimo dijo...

ese anónimo es el mismo que no soporta que una mina haga un asado mejor que él.

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