Sí, andaba siempre descalzo en su Santa Rosa natal y la fama y la muerte se le aparecieron de un suspiro, casi te diría que llegaron del canto triste de aquel inolvidable penal al ángulo la primera vez que relata fútbol (en ese infierno de radio en el que trabajaba por menos que el pancho y la coca), comenzó esa tarde que agarra el trabajo por el atado de puchos y le toca transmitir y gritar ese penal terrible que clavó Víctor Nicolier con uno de sus botines marrones, ese día escupió cien angustias para que la acústica de las tribunas ensombrezca y después ya sabemos la historia: el pueblo crea un clásico concepto de odio para siempre que termina en exilio (¿cómo haces para gritar hasta la afonía un gol de Ferro de Pico?) y entonces una de esas calenturas que jamás caducan te lleva al destierro y te cambia la vida en una pensión de Parque Patricios, bien pegadita al Tomás Ducó, y empieza a laburar de cadete en una FM quemera medio chota zonal y de ahí no para hasta subir el último estribo del tren que te lleva derechito a Radio Rivadavia y viaja a una constelación de relatores estrellas: Víctor Hugo Morales, el francés Alain Caseaux y Seymour García, un panameño que hizo furor en Inglaterra, hasta esa noche fatídica cuando ya estaba agrandado y pasado de rosca, con todo el tuco encima su nombre famoso era para radio, revistas, eventos y televisión: Eduardo Sopapa Mayer, de aspecto físico muy parecido a Lou Reed, terriblemente jetón profesional sin emociones manejaba un BMW azul que partía la tierra y parte del resto de los planetas, Sopapita (para los íntimos) se planchaba todo ser viviente conocido y desconocido, macho o hembra, era famoso por gritar goooooooooooool durante un minuto y medio sin respirar hasta que en aquel partido amistoso entre las selecciones de Alemania y Argentina lo asesinaron una noche de 1996 a la salida de un bar en Hamburgo, todo fue tristeza y conmoción, no sólo la muerte terrible e inoportuna, y acá llega la miel de la historia que quiero contarte, sino la forma y el ejecutor: Emir el Locato Roldán, un antiguo oyente hincha de Huracán que lo seguía desde sus comienzos cuando cubría la campaña del Globo y que lo odiaba con demencia por lo hijoputa que era y por la asquerosidad que transmitía en cada relato, una repulsión extrema le picaba el alma casi tanto como cuando hoy día escucha desde el televisor de la celda vecina en Olmos al tarado de Rauajo, aunque era otra la sensación vomitiva, otra especie de urticaria mental despertaba los demonios de Locato Roldán, el producto del carácter del relator era detestable, lo sabía más de tres cuartos de país, pero Eduardo Mayer era una estrella y estaba en todos los putos canales, un idiota mediático que gozaba con el reconocimiento en general de una manera incalculable, un esnob enviciado con merca y tabaco que pretendía ocultar su pasado en vez de valorar el fulbito con pelota pinchada en las calles de tierra en Villa del Busto, un pajero de novela insufrible y un piojo resucitado que la pegó con el esfuerzo de su capacidad comunicativa y oral (como mancha en su curriculum de "bragueta sin ley" aparece el dato de que mamó un buen lote de vergas para llegar a la emisora de la calle Arenales), que se movía como pez en al agua en todo lo relativo a las relaciones personales y el aprovechamiento de los contactos (algunos que lo conocen de chico, del barrio, dicen que sí: entregó el ojete) vivió muriendo en su ley, lo que no se especulaba era el desenlace de la historia de Mayer y menos que menos el lugar, allá en Alemania, con toda esa inmensidad de agua entremedio y la soledad del cajón a la vuelta, pero fue así y se lo contó el Locato Roldán al primo de la mujer de mi hermano, que es capanga en la cárcel de Olmos, allá cerca de La Plata, de su propia boca mateando un martes le dijo que ni él mismo sabía cómo mierda llegó a Hamburgo, pero que lo rastreó y que ni bien lo vio salir solo del bar que frecuentaba en su estadía se le acercó para pedirle un autógrafo y ahí le enterró una sevillana en el cogote y la palanqueó pesada, como haciendo guiso, pero lo peor del cuento viene después, cuando dejó entrever que estaba esperando el momento de salir de ese agujero para buscar a otro de los grandes soretes de los medios deportivos: el nefasto jabalí humano, así le dijo, el despreciable que volvió de su ostracismo para relatar partidos de la mano de las nuevas viejas ratas del Gobierno: el cara de chancho, que no es ni más ni menos que el forro de Rauajo, a ese fantasma parece que le quiere hacer una espectacular, lo quiere carnear en vivo y en directo, es bravo este Locato Roldán, por algo le dieron perpetua para que tenga, el loco este quiere agarrarlo de las mechas mientras transmite, primero meterle un buen gancho que lo haga bufar y después clavarle un puntazo a la altura de la nuez para que quede gorgojeando y diciendo esas palabras inmundas y despectivas que dice siempre de todo el mundo, ¿habrá pateado alguna vez una pelota el lechón ese?, lo dudo, pero bueno, si lo engancha el loco este no se si va a patear, patalear va a patalear seguro… No, ni se te ocurra contarle a nadie estas cosas, a nadie, eh, mira si por una de esas putas casualidades este Roldán sale y cumple esto que le contó al primo de la mujer de mi hermano…
Negro Vachino
(Para Pipol y Locato)
(Para Pipol y Locato)
7 comentarios:
No te cansás de escribir mal? o crees que por hacer un rejunte de nombres y anecdotas no creibles tu ficción es verdadera? no den bola nomas,no aprendan a escribir vos y el tuerto y sigan creyendose buenos porque cobran por retorcerle el cerebro a los lectores.Ha! el tuerto sobándole el ala al hijo de la Balbina suárez a la que no deja de sacarle el cuero porque es su jefa en da pena,juajua,hipocrita de mierda.
Jaja el tuerto es otro que entregó el ojete, tanta enema produce adixión.
uno sopapas, el otro enemas huy dioooooooo que partuza.
no sean egoistas y conviden che.
Señor Vachino, de la poética lírica al dramátismo de Leónidas Laborghini ( metí mal la h), un relato escabroso y truculento, escapado de un cuento de Rodolfo Walsh, áquel muchachito, que puchereaba, con mucho talento en "Leo Plan" entre los ´40 y ´50, mucho antes de publicar "¿Quién mató a Rosendo?" y, "Operación Masacre", ésta última sobre los cobardes fusilamientos en José León Suarez, en le 56.
Fíjese que algunos lectores le escapan al género, por quedar encuadrado, en el tan temido Folletín, tan bastardeado por la crítica; situación que en un comienzo se le indilgaba al piquense Juan José Sena,cuando publicó su impecable "Será larga la noche", con una morbosidad, que lleva a leer el largo cuento de un sólo tirón.Lo recomiendo. Bueno, mi vate, Ud. ya sabe quién opina, de publicarlo, se puede achicar el preámbulo, sin desmedro del meollo, el epílogo es, le diría cinematográfico.Roberto Arlt, sufrió los embates de la crítica más ácida, sin embargo ahí lo tiene... Para mí es le Maradona de la literatura argentina: ante los avatares, sigue adelante, siempre es mayor el desafío a la autocrítica impusta.Para mí, la perlita que rescato es esa mención a Lou Reed, por no decirle antológica. Lo siguimos de siempre y, entre mis amistades, somos más de media docena.Vale la pena seguir en ese abanico de personajes y situaciones, tipo Charles Bokosky, así se construye el relato posmoderono local. Lo esperamos Un saludo cordial del otro negrazo, como Ud. Vizcaíno.
Charles Bokosky???? no será Charles Bukowski?
ahora si que me doy cuenta que tocas de oído también Vizcaíno pariente de Vachino.
Hay gente al pedo y mala onda !!!!!
Obviamente, 22.16, ¿sabrás diferenciar un error de tipografía de mi viejo teclado 94,de un error ortográfico?.No existe ningún vínculo de parentezco con el poeta Vachino.Mejorá la onda y aceptá la diversidad. El fachismo descalificante se evidencia en estas pequeñas cosas.Habrás notado que es poca, la gente, que se atreve a opinar por tipos como vos.Los grandes maestros de la música, se iniciaron tocando de oído.
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