
El abuso sexual de menores y adolescentes por miembros de la Iglesia ha sido -habría que decir, es- habitual en países tan disímiles como Alemania y México, Irlanda y Brasil, Polonia y Puerto Rico, para citar algunos.
Argentina no escapa a la lista. El cura Julio César Grassi fue condenado en junio de 2009 a 15 años de prisión por abusar de un chico. Increíblemente no está preso porque se considera que su condena, apelada, no está firme.
Grassi, como si fuera inocente, puede entrar a su fundación y lugar de sus fechorías, estar con menores, dar misa y aparecer en televisión pidiendo plata para "Felices los Niños" (sic). Así lo denunció Nora Shulman, del Comité de Seguimiento y Aplicación de la Convención Internacional de los Derechos de los Niños, al hacer una presentación en Ginebra ante el Comité de Derechos del Niño en Naciones Unidas.
Los crímenes de estos personajes contra la niñez son espantosos. Algunos estudiosos consideran que tanto o más espeluznante es la impunidad que las autoridades de la Iglesia de cada país, y del Vaticano, han tendido para favorecer a los curas delincuentes. La razón es obvia: al esconder el problema, salvarían la imagen de la institución.
1 comentario:
hay que salir a cazar a los curas pedófilos y a los chupacirios buchones que los ocultan y que buchonean por este blog.
Publicar un comentario