Cosquineadas de la patria baya

Al final, los pampeanos pasaron por el escenario mayor de la Plaza Próspero Molina, como les gusta decir a todos los que siguen con entusiasmo entusiasta el folclórico festival de Cosquín.
La programación de la televisión pública dejó reservado un nicho de madrugada para la presentación. La verdad que no hubo ni buen audio ni buen sonido.
No nos vamos a meter en el despelote que se ha armado sobre la pampeanidad del asunto -y que aparece reflejado en este artículo krestoso que dice algunas cositas que en otros lados no aparecen- (también ver por acá) pero lo que está claro es que el periodista de La Arena que tenía que hacer la cobertura de la presentación se recontra pudrió de esperar y por eso no contó nada de lo que ocurrió.
Se dedicó, eso sí -en ésta nota- a destacar el enojo de los músicos pampeanos con la espera insoportable que les tocó padecer.
No es para menos: un espectáculo previsto para las diez de la noche del miércoles terminó haciéndose a las 3 y media de la matina del jueves. El asunto es que tampoco se puede, desde el resentimiento, quejarse de aquellos que pudieron ver a Las Voces de la Patria Baya: La Arena poco menos que "acusa" a "los noctámbulos y los que al otro día no se tenían que levantar temprano" (faltó agregar: "y los que tenían luz", pero bueno... no es cuestión de andar atacando por nada a la CPE).
Como sea, el asunto es que una parte de la "representación pampeana" (privada) tuvo su espacio. Hoy le toca al Grupo Calandria.
Ante la imposibilidad de haber observado la presentación (se ve que el periodista es de los que se levantan temprano), La Arena se agarra de un par de páginas de por ahí. Cita a un sitio entrerriano que, como si hubiera escrito alguien de la pampeanidad profunda, indicó que fue "una finísima joya engarzada con el vuelo poético, la música y el canto de La Pampa".
¡A la pelota! Y nosotros que no nos dimos cuenta...
Es que, como no somos de los que nos levantamos temprano, sí que vimos a Las Voces de la Patria Baya. Y pudo estar (bastante) mejor. Tal vez es el sonido del propio festival, o el que hace que se escuche como se escucha en la tele, pero no entusiasmaba demasiado el asunto.
La mayoría de las voces sonaron apagadas, en algunos casos no del todo afinadas. El repertorio es el que se preveía y se sabía: mucha pampeanidad salobre, de ausencias y comarcas ventosas. Un espectáculo que, al amparo de una poesía de calidad que busca la belleza, no hubiera desentonado si se presentaba varias décadas atrás. Y que es probable que siga cautivando a algunos seguidores de Cosquín, siempre gustosos de lo más tradicional, aunque se repita.
También el amenizador / locutor del festival tuvo sus problemas al presentar a los pampeanos: se acordó mucho y bien del "amigo" Naldo Labrín -el neuquino que dirige a la representación pampeana- pero tuvo serios problemas para mencionar al resto de quienes intervinieron. A Marcela Eijo la rebautizó como Marcelo Eijó.
Esas cosas pasan en Cosquín, a la que siguen llamando la meca del folclore y cosas así... y pese a todo -la falta de respeto por los artistas y por el público, el privilegio de los negocios, esa mezcla de Biblia y calefón- sigue vigente esa sensación de que estar en Cosquín es -justamente- estar, y que casi que cualquier cosa vale la pena con tal de presentarse... en el escenario mayor de la plaza Próspero Molina...
Hay algo que instala -como si fuera cierto- eso de que Cosquín es "las voces de la Patria". Unos venden ese concepto. Otros lo compran. Y en el medio, claro, unos cuantos intermediarios pueden arriar agua a su molino. Eso no quiere decir, desde ya, que no haya trabajadores genuinos, artistas sensatos y de prestigio que dejan todo y se ganan el aplauso.
Pero ejemplo de esos despropósitos, antes de que actuara la delegación pampeana, hubo un payaso insoportable, televisado en directo para todo el país: un cordobés que evidentemente consiguió el lugar no tanto por méritos propios como por alguna otra cosa. Sino no se entiende: se la pasó agradeciendo a la comisión, al intendente y blablablá. Hizo subir a su hermano para leerle una poesía en homenaje a su madre y después cantó un patético tema dedicado al sacerdote Héctor Zenón Aguilera cuyo estribillo es toda una demostración de la calidad estética de la presentación. Decía: "es mejor ser que tener / Héctor Zenón Aguilera / pregonaba por doquier".
Pero bueno... ¿quién nos manda a aguantar a este tipo? Eso nos pasa por no levantarnos temprano...