¿A que no adivinan quién reapareció?

¿Se acuerdan de Carlos Vladimiro Corach, el multifuncionario menemista, multiprocesado dueño de la servilleta judicial, monje gris compinche de nuestro Jorge Rubén Matzkin? Bueno, parece que volvió al ruedo político nacional, luego de pasarse una temporada de vacaciones en el exterior.
Lo extraño es que las informaciones dadas en los últimos días, son desconcertantes y casi contradictorias.
Por un lado el portal Mirador Nacional, publicó que el petiso Corach se había vuelto kirchnerista y que apostaba por el Gobierno de Cristina. El diario Perfil reveló, a su vez, que estaba trabajando para Daniel Scioli, el gobernador de la provincia de Buenos Aires.
Por otra parte y casi contradiciendo lo anterior, el diario Crítica que dirige Jorge Lanata, reporteó al mismísimo Carlos Vladimiro (sus padres le pusieron esos nombres por Marx y Lenin, un chiste genial) quien admitió estar “ayudando” a Francisco de Narváez para llegar a la presidencia de la Nación. En realidad el colorado colombiano de Unión-PRO contrató a Corach para que haga lobby ante la Corte Suprema y le allane el camino al sillón de Rivadavia, al que –por ahora– no puede acceder por ser extranjero.
Escribe Crítica: “rindiendo culto al bajo perfil, Corach buscará aportarle conocimiento y hacer valer los retazos de influencia que aún le quedan. Todavía exhibe los oropeles de su paso por la asesoría legal del PJ, entre 1983 y 2001, y de la letra aportada al Pacto de Olivos que rubricaron Raúl Alfonsín y Carlos Menem”.
“Quien fuera uno de los ministros emblema de los 90 ya mantuvo conversaciones con el gobernador de San Luis, Alberto Rodríguez Saá, y también con el cacique bonaerense Eduardo Duhalde. Por estas horas, buscando mostrar equidistancia de todas las líneas internas del justicialismo, suele decir que si Néstor Kirchner o Carlos Reutemann lo llamasen para hacerle una consulta, les respondería sin tapujos”.
Como estos tipos son bastantes peligrosos, más vale ir previniendo, porque parece que Corach se quiere meter sí o sí. Viene bien, entonces, reflotar el dicho que dice que el que avisa no traiciona.