¡Bendita maldita policía!

Imaginen la patética escena: un grupo de gente amuchada, caminando después de dejar sus autos a unas pocas cuadras, elevando la voz al grito de "Po-li-cía; Po-li-cía".
Una escena cargada del especial fascismo que se apropia de las comunidades pampeanas.
Eso pasó, aunque suene increíble, en Eduardo Castex en las últimas horas: se armó una movilización -dicen que con unas 250 personas- en que la asustada burguesía salió a felicitar a un grupo de policías que participaron de un homicidio. Así estamos viviendo, en esta coctelera capitalista que no deja títere con cabeza. A ese límite hemos llegado.
En la tapa de El Diario de La Pampa, hoy, aparece una foto tristísima: una nena sostiene una pancarta pidiendo por la libertad de los uniformados que quedaron involucrados en el caso de gatillo fácil. No es, esta vez, un pedido de "Justicia" así nomás. Se trata, concretamente, del respaldo de los vecinos que salieron a la calle, a los policías que dispararon sus armas y le quitaron la vida a un joven.
Hay circunstancias del hecho que están por verse: la versión policial dice que se trató de un tiroteo con el grupo de cazadores, los propios cazadores niegan esa historia. Pero lo que nadie desmiente es que una persona murió. Y murió de un balazo en la cabeza. Y ese balazo en la cabeza fue disparado por un policía. Y ese policía es tratado poco menos que como un ídolo por los mismos castenses que, a lo mejor, no serían capaces de dar la cara ni de poner el cuerpo para ninguna otra cosa.
La idolatría del policía mano dura, policía secuestrador o policía asesino no es nueva. Ya se escuchó algo parecido un tiempo atrás, cuando en Santa Rosa dos policías y un ex policía de la familia Carro quedaron detenidos y no faltaron las voces de apoyo que justificaran el modo en que trataron a un nene para hacerle decir que había robado algún bien material.
Esas cosas pasan cuando la vida no vale nada, cuando se impone en todos los discursos la fábula del Estado controlador y vigilante.
Las manifestaciones debieran hacerse para que no haya más policías como estos. Las movilizaciones tendrían que pedir el despido inmediato de alguien que es capaz de matar. Pero no. Así estamos: desesperados, confundidos, enfermos de locura. Vale más un electrodoméstico que una vida humana.
Para completar ese panorama, en la marcha estuvo nada menos que el intendente de Castex, Juan Chiquilitto. Eso también habla de dónde estamos y quiénes somos: Chiquilitto es un referente de esa coalición política que lleva el nombre de Frente Pampeano, que no ha disimulado su apoyo a los patrones rurales ni su alineamiento con grandes grupos económicos nacionales, pero por lo menos ha evitado el discurso fascistoide de la mano dura, tal vez porque uno de los pocos éxitos electorales que tiene para contar es justamente haber vencido a un representante de esa lógica, Juan Carlos Tierno.
Sin embargo Chiquilitto apareció en la movilización de felicitación a los homicidas de uiforme. Y no se sabe que nadie haya pataleado: ni los socialistas que en estas horas se jactan de querer contagiarle al FrePam sus valores de "libertad e igualdad".
La explicación del propio jefe comunal es la frutilla que completa el círculo vicioso: con hipocresía y demagogia dice que participó de la marcha porque "cuando hay una manifestación que tiene el respaldo masivo del pueblo, es una cuestión del sentir de la comunidad, estoy presente".
Mentira. Bla bla bla. Como si la tarea de un dirigente fuera simplemente plegarse a lo que dice la gilada. Con ese mismo criterio, Chiquilito podría haber pedido por la guerra de Malvinas, por las privatizaciones o por cualquier otra porquería bien vendida en el frasquito de la dictadura o de la "democracia republicana".
Los dirigentes como Chiquilitto son cobardes que no se animan ni siquiera a eso, a ser dirigentes. Dirigir es conducir, no dejarse llevar. Y la tarea de un dirigente no es plegarse a cualquier cosa, sino -también- educar, ayudar a pensar, ayudar a entender, opinar, respetar algunos principios, fijar posición respecto de los temas aún cuando pueda sonar antipático.