Todo es culpa del periodismo

La diputada Silvia Petitti confesó: dijo que, al menos, no incluyó en su declaración jurada algunas deudas con el "mercado negro". Lo cual es un delito, al menos si en la provincia se aplicara como corresponde la ley que obliga a los funcionarios públicos a asentar ante el Estado sus bienes y activos, "así como las deudas que tuvieren, con las especifiaciones necesarias para conocer con exactitud su situación patrimonial".
Eso está escrito en el artículo 1 de la Ley 1.253 (modificada por la 2.039), así que Petitti ni siquiera puede argumentar que se cansó de leer el texto y no llegó a la parte que correspondía.
Pero más allá de ese dato, que se suponía incluso antes de la confesión de la legisladora, la representante de la UCR nos ofrece una muestra cabal de la habilidad que tienen algunos dirigentes políticos para convertirse en víctimas pese a que son victimarios.
Petitti trata de "basuras" a los prestamistas, y posiblemente lo hace con toda razón. Claro que podría haberse dado cuenta de esa situación antes, no cuando fue a buscarlos como salvadores.
No debe ser la primera vez que estos tipos le complican la vida a una persona. Lo que pasa es que quizá a la diputada antes no le importaba y ahora le tocó a ella.
Además, correspondería que los denuncie penalmente por los delitos de usura y también de amenazas. Pero no.
Se puede compartir con Petitti una cosa: es, probablemente, una víctima de ese miserable comportamiento de los prestamistas, que se aprovechan de los desesperados. Pero eso no la exime de responsabilidades propias, sobre todo porque su comportamiento fue muy confuso y ambiguo, más parecido a la connivencia que a otra cosa. Y así como podría comprenderse su conducta si se tratara de una ciudadano común, es absolutamente injustificable semejante comportamiento cuando es una "honorable" diputada. Los diputados "del pueblo" no tienen que andar negociando con esas lacras que se hacen llamar "prestamistas". Pero si Petitti denunciara a alguien en estas horas, no sería a los usureros, sino a la prensa. Se la agarra con el periodismo, culpándolo de todos sus males. Dice, por ejemplo, que son los periodistas los que "destrozan" su familia.
¿Son los periodistas?
¿O fue la mala idea de pedirle a los prestamistas, la mala idea de ser diputada para alivianar sus deudas, la mala idea de mentir en la declaración jurada, la mala idea de convertirse en cómplice del mercado negro y después, con el escándalo explotando, la mala idea de quedarse quietita y callada, para que no se movieran las aguas, en vez de dar de entrada explicaciones públicas?
Posiblemente Petitti, como la mayoría de los dirigentes políticos, hubiera preferido que la prensa -o mejor dicho, la ciudadanía- no se enterara de nada. El secreto es amigo de la impunidad. Y eso, en este caso puntual, le hubiera permitido manejarse a su antojo, saltear los aspectos legales incómodos y hasta le hubiera facilitado un pacto con los prestamistas a los que ahora vitupera.