Aguanten la desobediencia y la libertad

No estuvieron Los Veco ni los periodistas de los medios tradicionales. No fueron las unidades básicas del PJ, ni se vieron banderas de Mujeres por la Solidaridad. No hubo policías municipales ni punteros tiernistas sacando fotos. Tampoco apareció el concejal Gastón Massari Copes con aquella remera en la que se jactaba de ser un rebelde y desacatado (que dicho sea de paso, ya no usa más en el Concejo Delirante).
Pero el debate sobre lo que ocurrió en el pasado verano santarroseño no sintió demasiado esas ausencias: la discusión sobre lo que significó la desobediencia civil que terminó con la gestión de Juan Carlos Tierno tuvo de todo un poco. Alguna que otra interpretación cercana a la luminosidad, intervenciones pesadas que nunca faltan, varios interrogantes arrojados al viento, la esperanza de que la decisión ciudadana de tomar la calle se vuelva una costumbre, también alguna dosis de melancolía por aquellos días de alegre rebeldía y unas cuantas quejas que le apuntaron al sistema “democrático”.
La idea de la cátedra Che Guevara cumplió el objetivo de re-vincularse, discutir, debatir y dejar la pelota picando. Además, los referentes centrales de la cátedra (Alejandro Urioste, Eduardo Mata, Nilda Redondo) prometieron otro encuentro parecido y la presentación de un texto referido al tema, después de hacer un relevamiento periodístico que incluyó entrevistas a los protagonistas de esos días inolvidables.
En la charla, por fortuna, hubo más interrogantes que certezas. A casi todos se les dio por preguntar, más que por bajar línea. “Si Tierno ganaba y esto terminaba mal, ¿qué hubiera pasado?”, cuestionó alguien. “¿Por qué salió a la calle gente que nunca saldría por ninguna otra cosa?”, quiso saber alguien más. “¿Fue por una cuestión ideológica, por determinadas acciones o porque les tocaron el bolsillo?”, insistió. “¿Por qué siempre salimos a quejarnos pero nunca somos capaces, como grupo, de salir a apoyar algo bueno o a promover una idea?”, apuntó otro participante del debate.
Más allá de las preguntas, algunas cosas quedaron claras para casi todos: el movimiento que se gestó fue contra el autoritarismo (su fondo y sus formas), y por lo tanto se conquistaron nuevos espacios de libertad, también como un reflejo de lo que ocurrió en el año 2001, cuando el poder político sintió en carne propia el efecto del los cacerolazos y otros movimientos sociales; contribuyó a la lucha de Santa Rosa que las movilizaciones no sólo fueran masivas y diversas, sino alegres y desprovistas del tradicional clima de seriedad y/o tristeza.
Hubo, en general, una reivindicación de la desobediencia civil como acto democrático. Y se insistió en que Tierno es, más que el “Loco”, un emergente de una sociedad donde existen enormes bolsones de fascismo y de una clase política que, de última, prefirió en aquellos días “entregarlo” a cambio de que no se lleven puestos a todos.
El escritor Daniel Pellegrino, autor de una ponencia sobre el tema en Teoría Literaria, describió brevemente el fenómeno artístico y estético de las marchas. Y destacó el papel que cumplieron los artistas, y aquella bandera multicolor que iba al frente en casi todas las recorridas, porque “se le reconoció el liderazgo”. Interpretó que el fenómeno se acota a Santa Rosa y no se puede extender al resto de la provincia.
La docente Diana Moro puso el foco sobre el blog inolvidable de El Sorete. Y resaltó el “desarrollo discursivo que le puso a la protesta un modo irreverente a partir de una ironía escatológica que desafió la paquetería y el ‘buen decir’”. En ese sentido, hasta recordó la total deformación del idioma (o de los idiomas) que lleva consigo la sigla por la que –a raíz de la incidencia del blog de todos– será identificado toda su vida el personaje central de esta historia: TBS (The Big Soret).