Lo viejo

A contramano de lo que ocurre en algunos sectores de la sociedad argentina, que se revuelven en el mejor sentido de la palabra, el congreso del PJ en General Pico volvió a ser un revuelto en el peor de sus significados, en el que otra vez quedó al desnudo lo vetusto que comanda la política pampeana.
Lo que le ocurre al peronismo, en nuestra provincia, le ocurre a todos, tarde o temprano. De ahí la importancia de un encuentro que se supone sectorial, pero en el que se ponen en juego formas y fondos del poder.
El peronismo se jacta -y con razones históricas para ello- de ser un movimiento transformador. Pero en La Pampa es la gran herramienta de lo conservador y reaccionario.
Independientemente de las edades de los líderes, ya bastante grandecitos, el PJ está viejo, también en el peor de los sentidos: tiene comportamientos arcaicos, metodologías rancias, voces arqueológicas, discursos trasnochados, comportamientos antediluvianos, protocolos pasados de moda.
Algunas figuras, que debieran ser parte del arcón de los recuerdos (y no precisamente de los buenos) reaparecen en este tipo de encuentros soñando con un cuarto de hora que los regrese a supuestos tiempos de gloria.
Hasta las fotos parecen de otra época.
Convergencia ahora denuncia las costumbres patoteriles que antes, mientras Marín era el capo del barrio, instaló como rutina. Los nuevos arrimados al queso del poder defienden sus espacios con uñas, con dientes y –por lo visto– también con armas blancas.
En el país hay ricos debates sobre el futuro político; el renacimiento de la participación juvenil no es verso; florecen agrupaciones, ideas, blogs de debate; se ponen en cuestión algunas verdades que estaban instaladas como divinas (desde el FMI hasta las relaciones carnales, pasando por las tapas de Clarín); surgen ideas para discutir y algunas vale la pena que sean defendidas.
Pero en La Pampa -con sus excepciones, que siempre las hay- reina lo viejo, lo mediocre y lo chato.
Lo nuevo no es necesariamente juvenil desde el punto de vista etáreo. Pero implica, por definición, una novedad, una ilusión, algo de frescura.
Antes del congreso hubo fuegos de artificio, como siempre: pataleos y anuncios de catástrofe. Marín, que iba a renunciar, ni habló. Verna tampoco. Siempre lo mismo.
Hicieron un curioso pacto para “respaldar” a la presidenta. Tan extraño que habría que preguntarse si realmente se lo creen, o qué convicciones los pueden haber empujado a ello.
Tan curioso es ese "respaldo" que lo firmaron dos de los que pusieron a la actual gestión nacional en serios aprietos.

• Marín torpedeó la Resolución 125 –en acuerdo con la traición del vicepresidente Julio Cobos– y votó a favor de las corporaciones: le sacó el cuerpo al desafío (que ahora, supuestamente, tanto lo entusiasma), en el momento de mayor debilidad del gobierno nacional.

• Verna, entre otras cosas, contribuyó como firme opositor –y hace un ratito, nomás– a sancionar la ley de quiebra del Estado (se ve que no hubo Banelco).

Más triste se vuelve ese panorama político para una provincia donde reina lo viejo, si se tiene en cuenta que enfrente de esos líderes aparecen, como supuesta “opción”, un mesiánico facho y mamarracho y una alianza liderada por la derecha conservadora agropecuaria.

J.P.G.