Los hijos de todas las batallas

Tal vez no vaya a ser el dato que miren los grandes medios, siempre preocupados por las superestructuras: los grandes pulpos que nos marcan la agenda -o que quieren marcarnos la agenda- se fijan siempre en el poder. Los periodistas-estrella escriben cada vez más con los ojos del poder, en lugar de ser cronistas de lo que pasa frente a sus miradas.
Es por eso mismo que desde el día de la muerte de Néstor Kirchner los grandes medios enfocaron su análisis sobre los espacios de poder territorial y corporativo. Miraron los gestos, anotaron algunas reacciones e hipotetizaron acerca de los pasos que tendrá que dar el gobierno nacional según el comportamiento de sus aliados.
Tienen en cuenta, en ese panorama, las posturas de los intendentes oscuros del conurbano, la de los gobernadores conserva con Daniel Scioli a la cabeza, la de la corporación sindical en la que resalta Hugo Moyano -siempre, para los grandes medios, referente de los feos, sucios y malos-, los sectores empresariales, el duhaldismo residual, la Bolsa, la confusa oposición...
Pero hoy Cristina, en su mensaje en cadena nacional, miró otra cosa. Se supone que el dolor nubla, pero ella tuvo la lucidez y la sensibilidad que otros no tuvieron -o no quisieron tener- para poner el ojo en otro lado a la hora de analizar qué es lo que está pasando: en su breve discurso -en el que de paso avisó que una cosa es el dolor y otra la debilidad- no mencionó a ninguna de esas corporaciones, a ninguna de esas patas sectoriales que se supone son las que mandan e influyen.
Cristina se fijó en otra cosa. Y le puso nombre, la hizo bien visible: los jóvenes, dijo. Miró la cantidad y la intensidad de jóvenes que en estos días desfilaron por las calles, y que son representación de los miles y miles que han florecido a la política en los últimos años. Y que ahora sí, por algo será...
Cristina miró -y ojalá siga mirando- para el lado de los jóvenes. Los pendejos de la Cámpora; los jóvenes sindicales; los imberbes que no reportan a ningún partido; los pibes de agrupaciones que crecieron -otra que a tasas chinas- en estos años de política recuperada y militancia revivida; los muchachos que desde su razón y su instinto pusieron el cuerpo, el corazón y la cabeza en algunas de las batallas que en estos años acrecentaron la ciudadanía.
Es ahí donde hay que mirar el futuro: no tanto en donde señalan los grandes medios, y mucho más en esos otros sectores, desde las Abuelas hasta los pibes, pasando por las Madres y los sin dueños que no quieren tanto de ese "consenso" fofo, ni esos buenos modales que piden la Bolsa y La Nación, sino una asignación universal más alta, una Ley de Medios funcionando plenamente, un 82% móvil para las jubilaciones mínimas pero no para las de privilegio, una nueva ley de entidades financieras, un reparto más justo de la riqueza, menos pobres y menos ricos, más torturadores en la cárcel y más pibes en las escuelas.
El año pasado, la oposición de derecha hizo campaña diciendo que a Kirchner había que ponerle freno. Es al revés: a lo que ya hizo el proyecto nacional y popular no hay que ponerle freno, sino apretarle el acelerador. Y para eso, se necesitan muchas cosas, pero hay algo que no puede faltar: pendejos.

J.P.G.