miércoles, 17 de noviembre de 2010

El principio del fin de la impunidad


La condena que leyó el Tribunal Oral Federal es un primer paso. Pero de una importancia histórica. Es la primera vez que la Justicia determina, con todas las letras, que en La Pampa los integrantes de la Subzona 14 cometieron delitos de lesa humanidad durante la dictadura.

Eso no quiere decir que hayan sido sentenciados todos los responsables de ese accionar. Por eso también es importante que los jueces hayan determinado posar la lupa sobre otros actores de aquellos tiempos, fundamentalmente médicos y ex policías.
Al mismo tiempo, la graduación de las penas pudo dejar disconformes, en algunos casos, a los querellantes o a las agrupaciones de Derechos Humanos que siguieron el proceso desde un principio.
Pero tampoco puede ignorarse que, después de 34 años de ausencia de justicia, las condenas que se conocieron son el principio del fin de una impunidad que se había hecho carne.
El monto de 20 años de cárcel -y en cárcel común, otro detalle de valor- alcanzó a los personajes que tuvieron mayor poder de decisión e influencia (Greppi, Constantino, Aguilera), lo cual confirma la lógica de la acusación inicial respecto de que los delitos de lesa humanidad que se cometieron fueron parte de un plan sistemático.
También alcanzó a dos de los ex policías a los que se les constató en la investigación mayor crueldad y agravantes y contra quienes además se recolectaron más pruebas (Fiorucci y Reinhart).
Esas condenas fueron, de alguna manera, una reivindicación a la incesante lucha de algunas personas y grupos vinculados a los Derechos Humanos, que muchas veces en silencio, durante largo tiempo ante la indiferencia general, siempre con más para perder que para ganar, soñaron con este día de Memoria, Verdad y Justicia aún cuando parecía imposible.
Después, con esa pelea como bastión, apareció el impulso político oficial, también meritorio frente a otros sectores que preferían perdón y olvido.
La tarea para los jueces -con sus límites, defectos y carencias- no fue fácil: ningún juicio que se realiza a 34 años de ocurridos los hechos puede resultar sencillo. Fue complejo para su presidente, José Mario Tripputi, que incluso tuvo que ocuparse de conseguir magistrados que completaran el organismo. Después de varios días de tensión y presiones inevitables, seguramente anoche durmió tranquilo. También su secretario, Ignacio Rodríguez Berdier, otro que estuvo todo este tiempo trabajando a destajo para estar a la altura de las circunstancias.
Pero mucho más allá del resultado jurídico, el proceso deja una enseñanza para la ciudadanía: ya son las instituciones las que dejan en claro que La Pampa no fue una “isla”. El aporte a la conciencia colectiva que significó este proceso es todavía inconmensuerable.
En ese sentido, y casi sin excepciones, el papel de los medios de comunicación resultó ejemplar. Podría decirse, incluso, que superó las expectativas.
En cambio, parte de la dirigencia política -sobre todo la que responde a los partidos tradicionales- dejó flancos débiles: durante el proceso brilló más por su ausencia que por otra cosa. El gobernador recién apareció para la sentencia. Alguna audiencia hasta fue utilizada como acto político, con presencia de barras y todo.
Como sea, este juicio fue -para todos- una enseñanza. Y significó un enorme aporte, que más grande será en la medida en que se lo pueda enfocar no como una conclusión, sino como el paso inicial de un camino que debe continuar y perfeccionarse para convertirse en el principio del fin de la peor impunidad.
 
J.P.G.

1 comentario:

Anónimo dijo...

me emociona tanto fervor militante!! qué cuadro político! qué claridad! realmente te siento cada vez más cerca del pueblo y sus necesidades! cómo interpretás a la gente, y sobre todo a los militantes, a los obreros, a las madres y abuelas! a Canoba! a Funes! a todos! casi la misma calaña que tu padre! emocionante!

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