Cuando no se sabe "invertir"

Aclaración necesaria antes de comenzar: en algunos medios de comunicación se señaló (erróneamente) que Miranda es un grupo de pop-rock. Una banda que no tiene batería, jamás será rock.

Ayer fue el día en que se realizó el cierre de los festejos por el Bicentenario en la capital pampeana; y el Gobierno provincial decidió contratar a Miranda, un conjunto pseudo musical prefabricado y plástico, que –sea lo que carajo quiera decir “argentinidad”– seguro que los seis payasos que se subieron al escenario del Anfiteatro provincial, no encarnan ni por puta.

Y no es que se esté a favor del concepto de “argentinidad” (sea lo que carajo quiera decir), ni mucho menos. Pero es de suponerse que si se cumplen 200 años de la gesta de mayo que le dio “identidad” a este país, por lo menos eso se vea mínimamente representado. No hay que olvidarse que era una fiesta "patria". El moco que se mandó la administración del calculador primer mandatario Oscar Mario Jorge, intentó ser menguado un par de días antes, buscando (casi en un manotazo de última para justificar la cuasi pornográfica erogación de dinero, considerando la bosta de espectáculo que se contrataba como central) a una banda local, que por lo menos toca “música”, y que fue Alter Pop (foto). Y a la que se le pagaron chirolas. Ni siquiera el sonido contratado era de La Pampa, donde hay sistemas de luces y audio capaces de cubrir los requerimientos técnicos y que inclusive tienen la experiencia de haber trabajado en el anfiteatro.

El Gobierno, capaz, hizo un balance positivo ya que el lugar estuvo lleno; pero ese no es el punto. Probablemente se dirá que la de Miranda es la “música” que los chicos querían escuchar, como si los grandes no quisieran disfrutar de un espectáculo pagado por todos. No es por menospreciar la capacidad de discernimiento de los más jóvenes, pero –lamentablemente– éstos escuchan lo que los medios imponen. Hasta los grandes lo hacen. Y Miranda es un grupo “impuesto” por los medios, por el mercado, por la multinacional que los promociona. Para colmo, está en decadencia (comercial), ya que este tipo de “música” es pasajera y a estos changos se les acabó el cuarto de hora.

Había miles de solistas o bandas que por 175 lucas podrían haber cerrado los festejos. ¿Pero justo Miranda tenía que ser, que encarna la idiotez conceptual, la tontera musical, la estupidez lírica (la pobreza en la poesía de sus letras es irritante), el descompromiso total y la exacerbación de la superficialidad?

Ni siquiera el show fue bueno, ya que en varios pasajes el sonido se acoplaba y las desafinadas del cantante Ale Sergi quedaron escrachadas permanentemente. También, la mayoría de los temas que incluyeron para rellenar el espectáculo, que se intercalaron con los “hits”, son todos medios parecidos e intrascendentes. Debe ser difícil completar cuatro discos de este música pedorra con canciones que zafen.

En los bises, luego de tocar el tema de la guitarra de Lolo, volvieron a subir al escenario para perpetrar la última tropelía: ejecutaron, literalmente, un tema de los Ramones, la mítica banda newyorkina; casi una tomada de pelo. Ni bien terminaron el set, los Miranda salieron corriendo como locas, se subieron a la combi que los esperaba en la puerta de la comisaría cuarta de la casa de Gobierno y dispararon, sin siquiera comerse los sánguches del catering dispuesto en los camarines. (Al menos los Alter Pop, ayer, se ahorraron la cena).

Al finalizar el “recital” se comprobó adónde se había gastado un gran cacho de la plata que Cristina le mandó a Jorge para organizar la celebración de los 200 años: durante casi media hora se sucedieron una enormidad de fuegos artificiales disparados desde la avenida Belgrano sobre la gente que estaba en el anfiteatro. Un bicentenario “distinto” que no quiere decir ni mejor ni original.

Al final, siempre pasa lo mismo.

L.G.