martes, 6 de abril de 2010

El Köln Concert de Keith Jarrett

Fue con motivo de las suspicacias que despertó Christmas in the Heart, el disco de canciones navideñas, que Bob Dylan se vio en la obligación de aclarar que las canciones están ahí, valen por sí mismas:
–Cuando entraste en el estudio, ¿sabías que lo ibas a querer grabar así?
–Sí, claro: no había otro modo de grabarlas. Estas canciones son parte de mi vida, como lo son las canciones folk. A las dos hay que grabarlas como son.
Cuando tu voz suena contra el fondo suave de los coros y los arreglos tradicionales, da una mezcla nueva. Cuando cantás en “I’ll be home for Christmas” suena como si estuvieras cantando en la cárcel y la canción fuera esa llamada telefónica que te permitieron.
–¿Alguna vez abordaste una canción como un actor?
–No más de lo que lo haría Nat King Cole. Las canciones no necesitan mucha actuación. Actúan por sí mismas.”
En la dirección opuesta David Bowie razonaba en voz alta, acerca de las implicancias histriónicas de la vida de artista:
“Aprender a escribir canciones fue tan doloroso. Me tomó muchos años sentir que estaba en control de esa facultad. Y tuve que trabajar duro en la composición. Lo mismo me pasó con el sexo. Todo es teatro. Todo. Incluso Springsteen es teatro. Les guste o no. Es una actuación, una interpretación de algo. Eso es lo que hacemos. Todos los que estamos en el negocio de la música somos gente disfuncional, porque creemos que es importante que más de tres personas conozcan nuestras opiniones. Todos los pintores, los músicos, cuando a los locos no los encierran, terminan en el mundo del arte. Porque nadie mentalmente sano necesita decirle a cientos o miles de personas en qué creen, o qué piensan.”
Tengo un amigo que pertenece a este último grupo. Nunca me olvidaré toda la ceremonia que armó –impulsado por su altruismo didáctico–, antes de apretar la tecla del pasacassettes que contenía la cinta del Köln Concert de Keith Jarrett. Luego me enteraría que ese mismo fragmento sonoro era el que había utilizado Nanni Moretti para el traveling que lo conduce hasta la tumba de Pasolini en la película Caro Diario.
Extrañamente el recuerdo del gesto adusto, el silencio solemne, comprometido de mi compinche, logra filtrarse en el relato y luego de ese viaje que emprende Moretti hacia la memoria colectiva y sus mártires; me permite volver al mundo real enlazado a una peculiar hilaridad que me es propia, revistiéndome nuevamente de una cierta ubicuidad. Impulsándome hacia el lado leve de la existencia.

e.f.

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