viernes, 19 de marzo de 2010

Lucha contra la mafia

La revista DEF, en su edición de marzo, puso en tapa a Susana Trimarco para simbolizar la lucha contra la trata de personas.
Bajo el título "La nueva esclavitud", presenta un extenso y meticuloso informe sobre ese lucrativo negocio en el mundo, en la región y en el país.
Además del detallado artículo que firma Patricia Lee Wynne con las fotos de Fernando Calzada (AFP), hay un par de reportajes conmovedores sobre la misma temática.
Un poco más formal, el fiscal Marcelo Colombo insiste en la necesidad de modificar la actual ley de trata de personas, mientras que desde las vísceras Susana Trimarco cuenta su pelea para encontrar a su hija Marita Verón, que cayó en las manos de una red de trata y no aparece desde el 3 de abril del año 2002.
La historia es conocida, pero bien merece ser reiterada: desde que se llevaron a su hija, Susana Trimarco movió cielo y tierra para encontrarla. En el camino, descubrió las complicidades de los grandes delincuentes con el poder político y la Policía. Se disfrazó de prostituta para lograr juntar pruebas contra proxenetas y autoridades. Su trabajo, que comenzó en soledad, logró rescatar a 159 niños y mujeres secuestrados y obligados a ejercer la prostitución.
Pero además, su inmenso esfuerzo generó que la problemática apareciera en primer plano, y que ni las autoridades ni los ciudadanos pudieran gambetear una cuestión que es de interés público.
La enorme valentía de esta mujer la llevó a identificar con nombres y apellidos a los involucrados en el secuestro de su hija. Mientras espera la realización del juicio oral y público en que 13 de ellos se sentarán en el banquillo, Susana Trimarco reitera que el responsable de ese secuestro no es otro que "La Chancha" Ale, presidente del club San Martín de Tucumán.
"Él no cometió el delito porque tiene mucha gente que le hace los trabajos sucios; maneja la droga y la prostitución en Tucumán, en San Juan, Santa Fé, Santiago del Estero", acusa.
Ale no está imputado en la causa, pero sí dos de quienes fueron sus mujeres, María Jesús Rivero y Daniela Milhein. En la entrevista, Trimarco cuenta las amenazas que sufrió y sufre, las angustas e impotencias de pelear en inferioridad de condiciones contra semejante mafia, casi siempre ante el oído sordo de funcionarios e investigadores policiales.
"Me disfracé de prostituta, me puse cámaras y grabadores, para meterme en los burdeles, diciendo que ese policía (Pascual Andrade) me mandaba para comprar chicas. Mi objetivo era sacar información, porque la fiscal que llevaba la causa decía que las testigos mentían. Son pocas las chicas que escapan, porque estos delincuentes están de acuerdo con la policía y cuando ellas logran huir, la misma policía les avisa a los proxenetas, o las dejan en la ruta para que las chicas se vayan, y luego vienen los tipos y las vuelven a llevar, las castigan, algunas han muerto porque la Justicia no quería creer. Así empecé a ver que tanto el poder político como el judicial y policial estaban todos metidos, y por eso mi hija no aparece", cuenta y recuerda que en el momento en que Marita desapareció no existía como tal el delito de trata de personas.
"Los padres y madres -apunta- no tienen ni idea de qué hacer. Van a la comisaría y allí ya los empiezan a manipular, a decir que la chica se fue con el novio, y ese tiempo que se pierde es precioso. Cada víctima tiene su método de reclutamiento, distintas formas de traslado, y día a día vamos nutriéndonos con información, porque tenemos contacto directo con las víctimas".

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