domingo, 28 de marzo de 2010

Encuentro fortuito

La mano velluda de Silvio abre la puerta del taxi una noche cualquiera del año 1979. Esa misma noche no llega a dominar con su oscuridad las luces del centro de Buenos Aires. Silvio baja del taxi, hace pasar a la mujer, y cierra la puerta con fuerza. Paula tiene el estómago cerrado del hambre que tiene. La calle es un río impenetrable de voces y bocinas desesperadas. Maipú y Paraguay si la memoria no me falla. La mano del hombre, ni bien pisan el cordón de la vereda, apresa a Paula y se funde y le arruga el brazo. Silvio busca los neones que señalan la entrada del hotel. Ambos mocasines, primero uno y luego el otro, pisan un cigarrillo apenas cae al suelo, con la puerta a menos de siete metros de distancia. Dos tacos bordó, agujas sin punta que pican la alfombra en la recepción del hotel, están demasiado sucios, sin lustre, desteñidos. Paula ni habla: va a la deriva de ese gancho en forma de mano que la retiene. Silvio, en el ascensor gris, se toca el bigote y después el sombrero, un tic clásico de su familia. Paula mira sus zapatos. Entran en la habitación y en lo oscuro del cuarto Paula pierde un taco, resbala y golpea la cara contra el filo de la cama más cercana. El sollozo no tarda en aparecer y arruina el silencio. Silvio, con el revés de la mano, intenta detener la supuración del corte, de la sangre, pero esta cae terca desde su pómulo. Paula se desviste, espesa como la miel, para meterse en la cama. Silvio la observa y le habla.
-Bueno, bueno, tranquila. Ahora te traigo una toalla del baño. ¿Querés que busque alcohol?

El ambiente se torna aún más depresivo. Otra pareja aburrida en desgracia.
Silvio se interesa por otra cosa cuando encuentra al lado del bidet un libro de Stilcograf SRL del año 1970, es Aura del estilo de J.C.Bustriazo Ortiz. Alguien lo olvidó en el baño de ese vetusto hotel.
Paula le habla desde la habitación para que se apure con la toalla y el alcohol que no hay. No le presta atención. Pasa algunas hojas y se detiene en la página dieciséis. El libro habla. Silvio escucha las palabras del pampeano.
...estás prendido a la tierra
como un peñasco pintado;
qué tristes lihuelcaleles
en tus ojos se quebraron?
quiero arrimarte mis cielos,
todos mis pájaros indios;
quemarte mis chilladoras
de corazón amarillo.
escucho un viento filoso,
una guitarra de zampa;
andan curando silencios
sus melodías sagradas...
Negro Vachino
Foto: tumacondo.wordpress.com

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy Bueno! saludos

Anónimo dijo...

Sr. Negro: Veo que su vena poética, lo ha llevado a recalar en la venas profundas del terrigenísmo, para situar al Flamenco Bustriz, en un contexto de fauna, de universalismo puro. Vaya en esta oportunidad mis sinceras felicitaciones. Otro Negro V. un abrazo virtual, no por ello, menos cálido.

Anónimo dijo...

vachino/vega y el otro negro v se empoman a enemas todo el tiempo. por eso escriben para el orto.

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