CINE: Cold souls (Sophie Barthes)

Por Emiliano Festa*

Una película que funciona como metáfora de los padecimientos de la vida moderna, de la vida de un artista o de lo que fue de la revolución rusa. Que oscila entre la desvencijada dicotomía entre Oriente y Occidente, para situarse sobre el agua cenagosa de la irresolución con que la civilización atiende sus problemas. Una historia que se entreteje a partir de las necesidades de sobrevivencia de unos y de paz emocional en otros.
A la manera de los textos de Walter Benjamin, construida desde los márgenes de la realidad (la idea del film surge en un sueño de la directora) y de la historia (el paisaje ruinoso de la ex Unión Soviética), la película no cae en el academicismo ni terapeutiza la “enfermedad” que suele representar en el cine la angustia existencial.
Una breve entrevista para la reseña del semanario norteamericano The Village Voice brinda algunos datos sobre su directora.
Sophie Barthes no tiene nada que ver con Charlie Kaufman. Sin embargo esta directora de origen francés, asentada en el East Village de Manhattan, cultivadora de una melancolía surrealista, es comparada constantemente con el director de “Quieres ser John Malkovich?”. Además de ser mujer, explica sin caer en el academicismo –pasó su infancia y adolescencia entre Irán, Abu Dhabi, Argelia, Buenos Aires y Río de Janeiro, Caracas y Paris– porqué el actor Paul Giamatti se interpreta sí mismo en una crisis de stress que lo lleva a contratar los servicios médicos de una extraña empresa que se dedica a extraer las “almas” y guardarlas en un depósito, en casos donde el sujeto se siente necesitado de contraer cierta levedad para asumir las responsabilidades del mundo moderno. El tono con que está narrado este procedimiento dista de la idea original de Kaufman, donde los sujetos que quieren ser “otro” por un rato, penetran en la mente del actor John Malkovich.
“Los productores franceses de la película nunca hicieron esa comparación, porque estaban llevados por otras referencias”, cuenta la cineasta de 34 años. Y Barthes enumera como sus influencias a los escritores surrealistas André Breton y Boris Vian, al autor ruso Nicolai Gogol, al creador del teatro del absurdo Eugene Ionesco y a Jean Tardieu, y los directores Federico Fellini, Woody Allen y -por sobre todas las cosas- a Luis Buñuel.
“Tampoco quiero que la gente piense que mi película es un derivado”, continúa Barthes quien se mudó a Nueva York en el 2001 para asistir a la escuela de cine de Columbia. “No creo que mi película se sienta como la de Kaufman, él es mucho más cínico, sarcástico y retorcido”, concluye.
Ciertamente, el debut de Barthes tiene un espíritu mucho más lírico y relajado, menos debido al severo complejo freudiano que habita en las entrelineas de Kaufman, que por la noción jungiana que inspiró la historia. En el 2005 Barthes tuvo un sueño luego de leer “El hombre moderno en busca de su alma”, en el que ella espera en una fila de una futurista sala médica, llevando consigo una caja que contiene su alma. En la misma cola está Woody Allen, que cuando descubre que su alma se parece a un garbanzo, se pone furioso (este gag está incluido en el film). Incluso Barthes consideró inicialmente a Woody para el papel protagónico, aunque tampoco tenía esperanzas de que éste aceptara participar del film de una debutante. Eventualmente eligió a Giamatti, quien “en la pantalla transmite cierta vulnerabilidad”.
Finalmente Barthes admite que el protagonista no es otra cosa que una extensión de sí misma. “Mientras escribía el guión, me sentí muy atrapada mentalmente en este país”, aludiendo a la era Bush y la Guerra de Irak y la complacencia, lo “desalmados” que me parecían los norteamericanos. “Ya no lo podía soportar, literalmente sentí que mi alma se encogía”.
La película ha sido calificada como una comedia negra o mas chejovianamente como comedia amarga. “Divertida, encantadora y salvajemente imaginativa” ha dicho el portal de cine Rotten Tomatoes.

*Tradución, interpretación y arreglos

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