La foto no es de estas horas: es una imagen previa al terremoto que sacudió a uno de los países más pobres del mundo.
Esa foto es de la belga Alice Smeets y fue premiada en 2008. Ahora Haití padece otra desgracia, esta vez por acción de la naturaleza.
El mundo aparenta preocupado y solidario. Hasta los yanquis prometen ayuda humanitaria y todo eso. En "Los Pecados de Haití", Eduardo Galeano ya había advertido sobre las cuestiones profundas de estas relaciones, que no son nuevas ni novedosas.
Cuenta que Estados Unidos invadió Haití en 1915 y gobernó el país hasta 1934. Se retiró cuando logró sus dos objetivos: cobrar las deudas del City Bank y derogar el artículo constitucional que prohibía vender plantaciones a los extranjeros.
"Entonces Robert Lansing, secretario de Estado, justificó la larga y feroz ocupación militar -dice Galeano- explicando que la raza negra es incapaz de gobernarse a sí misma, que tiene 'una tendencia inherente a la vida salvaje y una incapacidad física de civilización'. Uno de los responsables de la invasión, William Philips, había incubado tiempo antes la sagaz idea: 'Este es un pueblo inferior, incapaz de conservar la civilización que habían dejado los franceses'".
"Haití había sido la perla de la corona, la colonia más rica de Francia: una gran plantación de azúcar, con mano de obra esclava. En El espíritu de las leyes, Montesquieu lo había explicado sin pelos en la lengua: 'El azúcar sería demasiado caro si no trabajaran los esclavos en su producción. Dichos esclavos son negros desde los pies hasta la cabeza y tienen la nariz tan aplastada que es casi imposible tenerles lástima. Resulta impensable que Dios, que es un ser muy sabio, haya puesto un alma, y sobre todo un alma buena, en un cuerpo enteramente negro'". Galeano relata que en 1803 los negros de Haití propinaron tremenda paliza a las tropas de Napoleón Bonaparte, y Europa no perdonó jamás esta humillación infligida a la raza blanca.
"Haití fue el primer país libre de las Américas. Estados Unidos había conquistado antes su independencia, pero tenía medio millón de esclavos trabajando en las plantaciones de algodón y de tabaco. Jefferson, que era dueño de esclavos, decía que todos los hombres son iguales, pero también decía que los negros han sido, son y serán inferiores. La bandera de los libres se alzó sobre las ruinas. La tierra haitiana había sido devastada por el monocultivo del azúcar y arrasada por las calamidades de la guerra contra Francia, y una tercera parte de la población había caído en el combate. Entonces empezó el bloqueo. La nación recién nacida fue condenada a la soledad. Nadie le compraba, nadie le vendía, nadie la reconocía".
"Estados Unidos reconoció a Haití recién sesenta años después del fin de la guerra de independencia, mientras Etienne Serres, un genio francés de la anatomía, descubría en París que los negros son primitivos porque tienen poca distancia entre el ombligo y el pene. Para entonces, Haití ya estaba en manos de carniceras dictaduras militares, que destinaban los famélicos recursos del país al pago de la deuda francesa: Europa había impuesto a Haití la obligación de pagar a Francia una indemnización gigantesca, a modo de perdón por haber cometido el delito de la dignidad. La historia del acoso contra Haití, que en nuestros días tiene dimensiones de tragedia, es también una historia del racismo en la civilización occidental".
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