¿Cicloqué?

El descaro burocrático llega a límites inusitados. Será muy cierto que la Municipalidad no tiene un mango partido al medio y en afán de lucir activos sus funcionarios, a falta de guita, despilfarran otras cosas (aunque no precisamente ideas).
Uno entiende que se ven poco menos que obligados a hacer anuncios mediáticos, sacarse fotos por cualquier pavada o cortar cintas ante la primera ocasión que se les presenta.
Pero presentar públicamente como “ciclovía” la línea amarilla que pintaron en la calle Corrientes no sólo es una exageración, sino directamente una payasada.
Las fotos de la parte superior de este post "hablan": la de arriba muestra la “ciclovía” orgullo santarroseño, recién pintada; las otras muestran ciclovías de verdad, que al menos merecen ese nombre...
Hernán De Dios Herrero tiene un cargo muy pomposo –se llama Dirección de Planificación e Ingeniería de Tránsito– y también una trayectoria en la materia, pero la verdad es que la ridiculez que tuvo que presentar en sociedad como si fuera un emprendimiento inolvidable, deja picando unas cuantas preguntas.
De Dios Herrero difundió que esta “obra” tiene un doble objetivo: “que los ciclistas se vayan acostumbrando a usar un sector determinado y no anden por cualquier lugar” y que “los automovilistas se acostumbren a la presencia de las bicis”.
Bueno… más vale hacer algunas advertencias ahora, porque están prometiendo nuevas “ciclovías” para “comunicar” el Parque Don Tomás con la Circunvalación y otra en la calle Padre Buodo (que todos sabemos es ideal para los ciclistas, sobre todo porque se trata de una arteria muy fácil de ascender…).
Pero arranquemos por lo que ya está vigente… esa mentada “ciclovía” consiste en una línea amarilla que establece el lugar en el que teóricamente deben ir las bicicletas y donde, supuestamente, se las respeta como prioridad. Cualquiera que haya andado en bicicleta tiene el derecho de sentir que le están tomando el pelo.
En primer lugar, porque la calle que eligieron es tan luego la Corrientes, que cae violentamente en picada, y por lo tanto hace necesario al ciclista la utilización de un espacio más ancho para ir seguro y estable (la Municipalidad, en este caso, les otorga a los ciclistas 1,30 metros; y prometen que para las próximas habrá 3,50 metros).
En segundo lugar, porque está hecha del lado izquierdo de la mano, con lo cual es muy probable que los automovilistas histéricos –que los hay en gran proporción, y que no se van a andar fijando en esa raya amarilla– se lleven las bicicletas puestas cuando decidan pasarse unos a otros.
En tercer lugar, el sitio escogido para la “ciclovía” parece más bien una carrera de obstáculos: hay que atravesar un lomo de burro y esquivar a los autos que van apareciendo, en esas 2 o 3 cuadras –y justamente del lado “otorgado” a las bicicletas– de los estacionamientos del Superior Tribunal de Justicia, de la Legislatura Provincial, de la Casa de Gobierno y de la Terminal de Omnibus.
Finalmente, se supone que no se puede llamar “ciclovía” a cualquier rincón en el que deban amontonarse las bicicletas… es decir: cuando se habla de “ciclovías”, al menos en otros puntos de la humanidad, uno se imagina una parquización acorde, mayor comodidad para los ciclistas, un recorrido más seguro y una demarcación más importante que esa mera raya amarilla que pintaron sobre el asfalto.