Cambio climático: una cuestión de guita

Nos la pasamos hablando del clima. Aquí, allá y por lo que sea.
El terremoto en Haití, la ola de calor en el continente, los movimientos de tierra en Cuyo o en el sur del país, las altísimas temperaturas en La Pampa, la sequía, la tormenta de arena que anoche cubrió a Santa Rosa... y el mentado "cambio climático", que le pone al asunto otro tono.
Porque una cosa era la conversación de antes, con el kiosquero o la vecina que barre la vereda: "¿calor, eh?", decía alguien. "Puf... recién escuché... 42 de sensación términa", respondía otro. Ahora parece que la mano viene mucho más jodida. Y entonces aparecen los fantasmas del apocalipsis, los problemas ambientales matan gente y se hacen cumbres mundiales y globales que van de fracaso en fracaso.
En el fondo, parece, es -como casi todo- una cuestión de guita. La publicación mensual DEF presentó en su edición de enero (de ahí manoteamos la foto) un informe especial en el que, entre otras cosas, hay quienes afirman que la "crisis ambiental" demuestra directamente el fracaso de un modelo de desarrollo.
Se describe, obviamente, la desilusión de la tan pomposa cumbre de Copenhague y se difunde un cuadro -originario de ésta página- en el que se precisan cuáles han sido los fondos comprometidos y los efectivamente depositados para combatir el cambio climático.
Uno se entera, entonces, de que Estados Unidos comprometió 2.025.000.000 dólares pero en realidad aportó realmente 500.000 dólares. En esa "tabla de posiciones" aparecen Japón, el Reino Unido y todas las grandes potencias, no sólo europeas, sino también de Oceanía, a las que se agrega Canadá, que es uno de los países más cumplidores.
En realidad no es ningún secreto que la mayoría de todos esos países, más deseosos de invertir en armas o en salvar bancos y empresarios amigos, dejen en un último nivel de prioridades una problemática como el cambio climático, que a veces sigue dejando la sensación de que no va a traer ningún drama, o de que le va a pasar a otro.
Nicola Cantore, economista especialista en temas medioambientales del Overseas Developtmen Institute, del Reino Unido, admite que el costo mayor lo deben afrontar los "países desarrollados" no sólo porque son los que tienen los recursos necesarios, sino porque "son responsables históricamente del cambio climático".
El asunto es si fue primero el huevo o la gallina. Es decir: ¿los países "desarrollados", no serán "desarrollados" porque en algún momento se pasaron por las bolas el "cambio climático"? ¿No tendrán esos recursos que tienen -entre otras cosas- justamente porque privilegiaron esa metodología de generación y acumulación de riqueza?
El informe de DEF incluye una especificación -quizá arbitraria, pero no por ello menos interesante- de siete dramas ambientales del presente. Entre otras cosas, advierte que el cambio en los patrones climáticos produce nuevos perfiles de enfermedades en muchas regiones. Entre ellas, por supuesto, la Argentina: la epidemia de dengue es colocada como una consecuencia de todo este asunto.