¿Una buena idea o un disparate?

El autor del proyecto lo cuenta tan fanatizado, con semejante entusiasmo, que por un lado te convence, pero por otro te hace dudar.
Aparte, tratándose de Oscar Vignatti hay que estar prevenido. No porque no sea capaz de elaborar una propuesta económica, sino porque ya se le conocen un par de ideas "chapitas": alguna vez hizo campaña electoral hablando de la reactivación del Molino Werner, y alguna vez inventó que el 1 de marzo -día de los huevazos- lo corrían con palos y cadenas para golpearlo cuando su amigo Juan Carlos Tierno lo abandonó y huyó dejándolo a pata y entre insultos de manifestantes en la esquina de San Martín y Gil.
Pero no se trata de eso el asunto, ni siquiera de Vignatti, sino de la idea que expuso. El contador dice que los problemas de La Pampa se solucionarían muy fácil: bastaría con una decisión política para que la provincia se convierta en una isla de la felicidad, un mundo color de rosa desarrollado donde reinen -dice- la armonía y la concordia.
Y como la verdad es que de economía sabemos poco y nada, lo único que nos queda por hacer es preguntarnos si será una idea maravillosa, genial y por eso mismo incomprendida, o es un disparate rotundo, un delirio inconmensurable.
Vignatti plantea que el Banco de La Pampa, con respaldo del gobierno provincial y el Banco Central, debiera emitir un bono especial para ser utilizado exclusivamente en la provincia.
Cada trabajador en blanco que hay en La Pampa cobraría en ese bono el mismo monto exacto de su salario. Pero no es que deje de cobrar su salario, sino que -por decirlo de un modo simple- su sueldo se vería "duplicado": por un lado el habitual en efectivo, y por otro el mismo monto en estos "títulos" que podrían utilizarse exclusivamente para adquirir alimentos.
Según Vignatti, así se revitalizaría la economía y los ciudadanos usarían su sueldo para invertir, para ahorrar, para planificar su vida, para mejorar sus consumos culturales o para pagar deudas. Todo bárbaro.
Ese bono, supone, se licuaría a sí mismo, ya que tendría una vida útil de 10 años. Pasada una década, el gobierno los recibiría pagando a cambio su valor. Pero el contador supone que la inflación reduciría tanto el valor del bono que el Estado debería desembolsar apenas 150 millones de pesos, una cifra incomparable con la inicial y con la actividad económica que semejante asunto provocaría.
Claro que cuando te cuentan una cosa así lo primero que hacés es preguntarte dónde está la trampa, qué es lo raro detrás de todo esto. Uno no está preparado para creer que algo tan lindo puede ocurrir. "Ganamos todos y no pierde nadie", dice Vignatti y pone como ejemplo que algo así existe en Egipto con los papiros.
¿Pero todos los comercios aceptarían sumarse a la cadena? ¿El bono no perdería su valor inmediatamente? O peor: ¿no empezaría una espiral inflacionaria, imparable, que terminaría casi en una guerra civil? ¿Es de veras aplicable una cosa así? ¿Es justamente Argentina -con los argentinos- el lugar indicado para una prueba de este tipo? ¿Qué harían con esos bonos los comercios que los reciben, realmente podrían colocarlos en otros comercios mayoristas, o pagando servicios?
Por eso la pregunta del título: ¿es -más allá de su autor y promotor- una buena idea o es un disparate?