domingo, 4 de octubre de 2009

Se nos fue nuestra Pachamama. Nos cobijó bajo ponchos de canto, baile, alegría, dolores, exilios, regresos.
La Negra nos ha definido a los del "otro país", nos ha bordado con inclaudicables hilos de agallas, grito desmesurado, voces ahogadas, indios desolados, asfalto y tierra.
¡Qué desamparo ahora! ¡Cuánta ausencia! ¡Qué de silencios! ¡Qué imponencia de fuerte estampa ha partido! ¡Cuánta pena por las calles del mundo! ¡Qué domingo innombrable!
Lágrimas y flores de tallitos apretados en las manos del pueblo. Cientos, miles, miles de miles entonamos nuestro propio gracias a la vida por haberla escuchado, por haberla tenido, por haberla esperado, por haberla cuidado.
Hay muchos asesinos, la mayoría, vivos y libres. Es verdad. Son los que la callaron, la echaron, se rieron de ella con muecas de odio y carroña. Por un tiempo fueron los dueños del terror y del horror. No hay perdón ni olvido. Nunca lo habrá.
Pero ella, un día inolvidable volvió. Cantó. Conmovió. Anudó gargantas. Bailó. Somos muchos los que no sólo nos conformamos con un "nunca más". Somos los que ahora están de vigilia y los que estamos llorosos escuchándola por la tele, esparcidos por el mundo con pañuelitos descartables a mano.
Somos exactamente los mismos muchos que amaremos eternamente a nuestra Negra. A la voz de la liberación. Porque sigo creyendo en la insurrección diaria, desde las entrañas y con el puño en alto la despido "hasta la victoria siempre" señora Mercedes Sosa, mi Negra querida. Voz de Latinoamérica. Pájaro del mundo. Hasta la vista.

Carmen Blanco
Foto: Cecilia Fernández

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