De mamada en mamada

“¡Qué mamada!”, dicen los mejicanos, siempre con lenguaje tan particular, cuando quieren decir “¡qué pavada!” o “¡qué huevada!”.
El asunto es que ahora el mundo habla de la mamada de Diego Mamando Maradona y todos los que de una forma u otra se prenden al asunto (nosotros incluidos). Se repiten por todos lados las frases supuestamente tan indecorosas: “que la sigan chupando”, “vos también la tenés adentro” y blablablá...
La noticia del día es que los mafiosos de la FIFA (¡con ese nombre tan procaz!) se han pasado de protocolares y han iniciado una suerte de proceso disciplinario contra el DT de la Selección, que podría derivar en una suspensión y una multa bastante picante.
La verdad es que se pasaron tanto de largo que uno termina con ganas de ponerse del lado del Diego, por más barbaridad que haya tirado y por más desubicado que haya quedado con este nuevo aporte al colectivo de frases populares que instaló ("se le escapó la tortuga", "la pelota no se mancha", "me cortaron las piertas" y tantas otras...).
Que la FIFA –un organismo explotador que facilita los negocios más oscuros de empresarios, managers, dirigentes, representantes de jugadores y sponsors multinacionales– esté preocupada por esta mamada es el colmo de la hipocresía.
Y que haya tantos comunicadores y actores sociales políticamente correctos que pretendan una crucifixión de Maradona –por esta mamada– es más de lo mismo.
Por las dudas, hay que aclararlo: el Diego se fue a la recontra mierda con lo que dijo. Fue una barbaridad lanzada al boleo, y no como desahogo –así lo justifican algunos– sino en plena conferencia de prensa, ya tranquilo y en posición de atender al periodismo. Una cosa es que se descargue en el campo de juego, ni bien terminado el partido, abrazándose lloroso con Bilardo. Si ahí grita “que la chupen” y las cámaras lo toman, que se jodan, porque de última están “invadiendo” un momento que es casi íntimo. Otra cosa es la conferencia.
Da escalofríos pensar que en esa silla estuvieron sentados no hace mucho Marcelo Bielsa o José Pekerman, cada cual en su estilo, pero dos señores. Dos caballeros. Dos tipos que además de ser buenos como DT hicieron docencia. Ahora está Maradona. En el medio, como si hubiera sido una suerte de “preparación”, estuvo la ronca voz del Coco de los whiskys.
El detalle central es que Maradona no tiene la culpa de estar donde está. Maradona como técnico de la Selección es la consecuencia de un desbarajuste generalizado del fútbol argentino. Y hasta podría decirse del país. Eso no quiere decir que no pueda hacerlo bien, y en una de esas hasta termina campeón del mundo. A lo mejor sí. Pero en el lugar que ocupa, no tiene derecho a este tipo de derrapes, que además le hacen a él peor que a ningún otro.
Es cierto que a veces escuchar a periodistas del tipo de Toti Pasman (y no es el único), poniendo esas caras de que una posición táctica se define la vida misma, dan ganas de mandarlos a mamar. Pero Maradona desaprovechó la ocasión de arriar agua a su molino con una mamada –en mejicano– que ni siquiera sus más leales seguidores pudieron salir a defender.
Hubiera estado mejor un poco de grandeza en la victoria, ¿no? Por otro lado, a veces dan más vergüenza los “periodistas” que se dedican a mamarle las medias al propio Maradona, o a tantos personajones poderosos del mundillo futbolero.
Decididamente, lo que está claro es que somos el reino de la mamada (en mejicano): que una frase así al boleo –una frase que seguramente no debe pronunciar ningún otro DT de una selección en todo el mundo– ocupe tanto espacio, tanto lugar y tanta importancia (desde los medios hasta la FIFA) es una demostración. Hubo que bancar incluso a “comunicadores” alarmados porque Maradona había dicho esa frase “justo a la hora de la cena”, cuando "la familia unida" comía frente al televisor... Una pacatería que –en serio– es una mamada. Y ahora esa cruzada pidiendo que se disculpe y todo eso... ¡Qué mamada!

J.P.G.