Otro boomerang de La Arena S.A.

Lees las columnas y son los paladines de la Justicia. Se agarran de la línea editorial fundadora que hizo base en los Derechos Humanos. Apostrofan diariamente a favor de la libertad de expresión. Cuestionan vínculos entre el funcionariaje y las empresas poderosas. Piden por una ley de Radiodifusión amplia, plural, diversa, democrática. Blablablablabla…
Después te la dan por atrás. Del dicho al hecho hay un largo trecho.
A veces lento, pero viene…
La aparición de la sociedad anónima La Arena, interviniendo directamente para censurar a un par de emisoras radiales, al menos transparenta de qué se trata y de quiénes se trata. Pluralismo, ¡las pelotas!. Lo que vale es el negocio.
La Arena añora su pasado de hace algunos años, cuando gozó de un virtual monopolio. Y no se trata sólo de una primacía comercial, sino también de otras cosas: el monopolio de una forma de ver las cosas, el monopolio de las ideas, el monopolio de las influencias, monopolio que permite ajustar los sueldos de los trabajadores a su antojo y manejar la torta publicitaria como se les ocurra.
En este caso, como casi siempre, La Arena movió muy bien sus influencias: la denuncia que hace tres años apareció como “anónima” para impedir la salida al aire de la Siento Rock, ahora fue blanqueada. En ambos casos logró impresionante diligencia de los funcionarios. Se ve que sus planteos están bien aceitados.
Pero en esta ocasión, según parece, la denuncia y el comportamiento de algunos funcionarios están flojitos de papeles. Incluso desde el punto de vista administrativo-legal, que suele ser el terreno en el que mejor se mueven los poderosos.
Mirá si se habrán comportado como buchones que cuando se hizo el primer decomiso a la misma radio las sospechas le apuntaron sobre todo al entonces ministro Juan Carlos Tierno.
Ya blanquearon, los mismos tipos, la misma sociedad anónima, su aval a la mano dura y tantas otras cuestiones que degradan y pisotean la esencia con la que los fundadores de ese periódico salieron a dar pelea hace más de 75 años en el terreno de la opinión pública.
Patético, La Arena.
Pero está bueno. Está bueno porque se sabe con qué bueyes aramos en Santa Rosa. Cada vez se puede disimular menos. La hipocresía alcanza cada día menos como disfraz. Se supone que en estas horas habrá sectores, dirigentes y personas pidiendo por la libertad de expresión, por el trabajo de las familias que tenían en esa radio su sustento y en la que los capitalistas-socialistas de La Arena ni pensaron.
Este episodio es la sucesión de muchos otros. Diversidad de pensamiento, pluralidad de voces… ¡las pelotas! Lo que buscan es el negocio. Si hay que apretar auspiciantes van y lo hacen, si hay que presionar funcionarios van y lo hacen, si hay que acallar radios nuevas que se llevan algunos avisitos van y lo hacen...
No es una casualidad que La Arena reproduzca en su Radionoticias a Radio Mitre, la herramienta oral del Grupo Clarín. Los modos, salvando las distancias, son parecidos.
Es una lástima por los ciudadanos, desde ya (pero también está bueno que se abra el debate, que las cosas queden expuestas sobre la mesa).
Pero también es una lástima por La Arena, que supo ser el rincón donde refugiarse en los peores tiempos, supo ser la voz de los que menos tienen, supo levantar –pero de veras, no en peroratas vacías– las banderas de la justicia y de la igualdad.
Ese capital (capital simbólico, claro) ha sido saqueado por las nuevas generaciones areneras, que han preferido –mientras derrapa sistemáticamente en su edición escrita– montar una radio en la que darle lugar a las voces de las viejas más gorilas de la cuadra. Y que por eso mismo se ha venido abajo. Y que por eso mismo da estos manotazos de ahogados tratando de tapar baches.
Pinqui Pumilla lo dijo hace un tiempo. Otros ya se han dado cuenta de lo que está pasando. Para resumirlo vulgarmente: La Arena se vendió. Lo que le quedaba de su historia, la esencia de su leyenda, los valores y códigos que le daban identidad, han sido groseramente entregados a cambio de otras prioridades. Esta intervención vigilante será otra mancha que no quedará en el olvido ni tendrá perdón.

J.P.G.