Un poco de historia para saber de Pascua

Aprovechando esta jornada de recogimiento espiritual y en ocasión de celebrarse la Semana Santa, no está mal recordar cómo es que judíos, cristianos y agnósticos de todo el mundo acabaron adoptando las tradiciones de esta fecha.
Para los hebreos –según nos cuenta un moishe de pura cepa que no es Salomón Zelione– la jornada es de festejo y alegría, ya que recuerda la huída de los esclavos judíos de Egipto; vale decir su liberación como pueblo.
Parece ser que el faraón egipcio se la había agarrado con los judíos y los hacía laburar como enanos para hacer las pirámides y los otros monumentos, que en honor a la verdad, están buenísimos.
Entonces dios le mandó a decir a Moisés –que por más que tiene nombre de turco, era el líder de los hebreos– que si querían zafar de cargar los piedrones gigantes, tenían que agarrar un corderito, sacarle la sangre y pintar los postes y la parte de arriba de las casas, primero. Después hacerse un regio asado con el animal, acompañado con panes sin levadura y esperar. En un momento dado él, o sea dios, iba a aparecer para matar a todos los primogénitos de los egipcios y sus animales, y al ver las marcas de sangre de cordero pasaría de largo por esas casas. Esto supuestamente les permitió a los judíos rajar cruzando el Mar Rojo, en lo que se conoce como el “éxodo”.
Para los cristianos la conmemoración remite un hecho diferente, aunque bastante sangriento igualmente. Es ni más ni menos que la resurrección de Cristo luego de que los romanos lo tuvieran clavado en la cruz.
Y en este punto hay una feliz coincidencia: la del huevo.
El huevo o cigoto de Pascua se adopta como símbolo porque hace referencia al corazón “duro” del faraón egipcio malo, y es por eso que hay que “romperlo”. Pero también para los cristianos remite a la generación de vida, y es por eso que dentro está lleno de confites.
Pero mucho muuuuucho antes y como siempre, estaban los griegos, fuente de sabiduría, cultura y arte.
La historia nos cuenta que entre los misterios de Eleusis, fundados en fecha muy temprana fueron durante más de un milenio el símbolo espiritual de la cultura griega. Se sabe que la iniciación era en la Pascua.
Se realizaba la ceremonia del pan –dedicado a Ceres, la diosa de los cereales– y del vino. Debido a los efectos que producía el pan “kykeón”, actualmente se piensa que estaba contaminado con algún agente alucinógeno visionario, por ejemplo con cornezuelo de cebada, que hoy sigue creciendo en la llanura rariana, cerca de Eleusis al noroeste de Atenas, donde se celebraban los ritos eleusinos.
El de la cebada es un cornezuelo mucho menos tóxico que el de otras regiones europeas, aunque muy psicoactivo; para obtener sus efectos basta pasar por agua las gavillas de cereal y luego tirarlas, pues –al revés que los componentes venenosos– la amida del ácido lisérgico es hidrosoluble.
Considerando que ese agua fue el vehículo utilizado por los administradores del santuario (foto) es fácil comprender –sin recurrir a la simple credulidad de los fieles– el hondo e infalible efecto del sacramento teofágico (del griego zeós: ‘dios’ y fagós: ‘comer’). Es decir que tomaban el agua y les hacía "efecto" el cornezuelo.
Entre las personas que participaron en este ritual se encontraban algunos con la capacidad intelectual de Sófocles, Píndaro, Platón, Aristóteles y Marco Aurelio.