lunes, 10 de mayo de 2010

Mercado, poder, Estado


Benjamín Hopenhayn (foto)es economista de la CEPAL y UNCTAD, asesor en Planificación en América latina,  Director Técnico del Plan Trienal 1974-1977; ex profesor de Finanzas Internacionales y miembro del Plan Fénix.
Claudio Casparrino es economista del IADE y Docente de la UBA.
Mantuvieron una interesante conversación, publicada en Realidad Económica.
Bajo el título “Planificación, gobierno y poder”, entre los conceptos más ricos que se analizan está esta definición de Hopenhayn: “Una cosa es hablar del Estado y otra es hablar del gobierno y del poder. Son cosas diferentes. Cada vez creo más que el tema central es el poder, sus conflictos y su solución. La planificación puede cambiar algo en la medida en que se afianza y se construye poder. Cuando se da una ecuación progresista debe aprovecharse en el sentido de la construcción permanente de poder. Para eso la planificación es un instrumento clave. La planificación objetiviza y racionaliza el ejercicio de las funciones del Estado”.
Otros pasajes interesantes de esa conversación, a continuación:
Claudio Casparrino (CC): El concepto de planificación económica, luego de su auge mundial en los cincuenta años posteriores a la crisis de 1930, había caído en desuso en América latina. Ahora reaparece en los discursos políticos, en debates académicos y en artículos periodísticos de la última etapa, e incluso Venezuela, Bolivia y Ecuador están retomando la planificación. ¿Cuáles son las razones por las que reaparece este corriente, esta disciplina, luego de la crisis de los ochenta y los noventa?
Benjamín Hopenhayn (BH): Recordemos que la planificación económica surge de la concepción general de que el Estado es el protagonista que debe conducir la economía. Se vincula así a las ideas de Keynes surgidas de la gran crisis mundial de 1930. Esta noción queda inserta en la corriente dominante del pensamiento económico desde ese momento, que yo llamo la corriente ortodoxa de entonces, aunque hoy se reconozca mejor en las corrientes llamadas heterodoxas. La economía requiere un orden que no se puede librar al mercado. Puesto que la teoría de Keynes se refiere centralmente al ciclo económico, se infiere que no se puede dejar que el ciclo funcione como mecanismo del libre mercado, porque ello conduciría inevitablemente a  crisis y depresiones cada vez más profundas.
La idea central se refiere al papel del Estado o, más bien, a la puja dialéctica entre Estado y mercado. Yo creo que a través del rol del Estado se puede seguir toda la historia de la economía contemporánea. A raíz de la gran depresión el Estado toma cartas importantes en la construcción de la política económica. Puede decirse que en el caso argentino no hubo planificación hasta el primer peronismo pero, aun con el dominio conservador, el Estado argentino se fortaleció muchísimo como consecuencia de la crisis de los años treinta. Se crean el Banco Central, las juntas reguladoras, la Dirección de Vialidad. No se discute la creación de YPF y otras medidas de la época. ¿Para qué se fortalece el Estado en los años treinta? Keynes lo dio a entender en el Reino Unido: para salvar al capitalismo nacional.
(...)
CC: ¿Los actuales grados de coordinación del Estado no son suficientes?
BH: El estado está destruido por 25 o 30 años de neoliberalismo, de un desarme consciente, con la dictadura, con la década más que perdida de los ‘90. Fueron desarmando el Estado para dejar que los mercados actuaran en libertad y lograran equilibrios “eficientes”.
CC: ¿Existe la posibilidad de establecer una política exitosa de construcción de esas herramientas institucionales?
BH: Sí, por supuesto. Hay dificultades que vencer, aparte de la orientación estratégica. También hay que vencer la resistencia burocrática que es normal en todo proceso de cambio. Otra dificultad es que se necesita gente capaz de planificar. La incógnita es si esa gente está -me refiero a técnicos calificados-, y en caso afirmativo, si es posible la coordinación, optimizando el uso de lo que ya existe. A lo mejor nos encontramos con la sorpresa de que lo que existe es más de lo que pensábamos.
(...)
CC: Al igual que en décadas pasadas, los detractores de la planificación, en especial los que pertenecen a las corrientes ortodoxas del pensamiento económico, sostienen que la intervención estatal es siempre generadora de ineficiencias que redundan en frenos al crecimiento. Numerosos economistas de la CEPAL trabajaron y construyeron, entre otras herramientas, la idea de las “restricciones estructurales” al desarrollo. Incluso en la actualidad hay un conjunto de economistas que vienen planteando este debate entre eficiencia del mercado y restricciones estructurales. ¿Creés que es un debate que sigue teniendo actualidad o pertenece a los anaqueles de la historia del pensamiento económico latinoamericano?
BH: Treinta años de neoliberalismo han dado más actualidad a ese debate, porque han profundizado y extendido una cierta estructura económica y social. Hay cosas que son difíciles de explicar. Entre 2003 y 2007 la Argentina creció a un promedio de un 9% anual, por lo que la pobreza se tendría que haber reducido mucho más, incluso considerando la existencia de un gobierno del campo progresista con mayoría parlamentaria. ¿Por qué bajó tan poco la pobreza? ¿Por qué no hubo inflación al principio y luego sí? ¿Hay problemas coyunturales o hay problemas estructurales? Por los síntomas que pueden observarse, hay problemas estructurales. Veámoslos en relación con los que se planteaban en los ´60. Sea como fuere, hoy no tenemos un problema externo. La reestructuración de la deuda ha hecho que la relación entre deuda pública y PIB sea inferior a la de muchos países europeos. A mi parecer, si tratamos de identificar actualmente las deficiencias estructurales, podemos pensar en tres grandes áreas.
La primera está constituida por la estructura productiva. Tenemos altas tasas de crecimiento con superávits externos, con una fuerte expansión de la producción primaria mediante una revolución tecnológica que no genera empleo -tal vez lo contrario- y, por lo tanto, grandes masas de población que se desplazan a los centros urbanos. Aquí la pobreza y la exclusión se hacen visibles. Tenemos una industria que ahora está creciendo, que de alguna manera también está exportando, pero que no tiene un sostén claro del Estado. No hay un Banco Nacional de Desarrollo como en el Brasil. Tenemos sectores competitivos en nuestra industria, pero hay muchos otros que no lo son, y en este mundo globalizado no pueden serlo a menos que reduzcamos mucho los salarios, para competir con países como la India o México. ¿Cómo crecer con fuerte creación de empleo decente? Creo que ahí hay un problema de la estructura productiva, que habría que estudiar mejor.
El otro problema estructural es el de la distribución del ingreso. La economía del país crece, pero la distribución del ingreso no cambia y hoy la deuda social es para mí lo que era la deuda externa hace diez años. La deuda externa era el palo en la rueda de la economía argentina y hoy la deuda social es el palo en la rueda de una sociedad de bienestar en la Argentina. Esto también se puede insertar en un sistema de planificación. Hay factores como el mercado de trabajo o el acceso a servicios sociales básicos que pueden ser tratados mediante políticas eficientes para combatir los graves efectos de la pobreza y la desigualdad. En la Argentina tenemos que encontrar la forma de resolver el problema estructural de la persistente redistribución regresiva del ingreso. Es obvio que la reforma tributaria es una de las mejores herramientas para atender ese objetivo. El problema que se produjo con la intención de aplicar el sistema de retenciones móviles, la “crisis del campo”, no es sólo estructural sino político. Parafraseando a un economista estadounidense, el denominado “conflicto del campo” fue una rebelión de contribuyentes.

Foto:Leandro Teysseire, Página/12

1 comentario:

Anónimo dijo...

lástima que diego se olvidó de oscar mas, de pedro gonzález, de los onega y de el mismo.

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